Silvia Ubillos Landa
Catedrática en el departamento de Ciencias de la Salud
A partir de los datos disponibles, el informe realiza un análisis riguroso de las estimaciones sobre la prevalencia de la violencia física y sexual contra las mujeres a escala mundial, regional y nacional, abarcando 168 países en un extenso periodo que va de 2000 a 2023. La solidez de este informe se sustenta en la mejora de la disponibilidad de información, en el incremento de la calidad de las encuestas y en los avances metodológicos alcanzados en los últimos años. Otro factor que refuerza la fiabilidad del informe es la coherencia de sus resultados con los hallazgos de investigaciones previas. Por ejemplo, aproximadamente una de cada tres mujeres (840 millones) ha experimentado, al menos una vez en la vida, violencia física o sexual —o ambas— por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por personas ajenas a la pareja; cifra que se ha mantenido prácticamente estable durante las dos últimas décadas.
Los datos más relevantes del informe indican que la violencia física y sexual contra las mujeres comienza a edades tempranas, afectando especialmente a las adolescentes, y que aproximadamente 263 millones de adolescentes y adultas han sufrido agresiones sexuales perpetradas por personas ajenas a la pareja. La financiación para prevención y atención ha disminuido entre 2018 y 2025, en un contexto de crecientes emergencias y desigualdad que incrementa los riesgos para mujeres y niñas. Los impactos son desproporcionados en regiones con fragilidad socioeconómica, conflictos o vulnerabilidad climática, como Oceanía (excluyendo Australia y Nueva Zelanda), el sur de Asia y África subsahariana.
Las implicaciones más destacables incluyen fortalecer la concienciación pública sobre la violencia contra las mujeres, monitorear los avances hacia la meta 5.2 de los ODS para su erradicación e instar a los organismos responsables a aumentar la financiación y los recursos destinados a la prevención, atención y protección integral de las mujeres afectadas.
La principal limitación de estos informes es la ausencia de un análisis sobre los comportamientos, actitudes y normas de socialización de los hombres, información clave para identificar factores de riesgo y diseñar programas de prevención eficaces dirigidos también a los hombres. Para reducir la violencia, no basta con atender a las víctimas; también hay que trabajar con los posibles agresores. Los programas de prevención, educación emocional y sensibilización dirigidos a hombres requieren datos específicos sobre su comportamiento, actitudes y experiencias