Carlos Edo
Investigador en el Museo de Historia Natural de Dinamarca de la Universidad de Copenhague
El artículo proporciona una de las primeras estimaciones, aún preliminares, de la abundancia de nanoplásticos (<1 µm) en la cuenca atlántica. Aunque la comunidad científica lleva casi una década afinando protocolos para macro y microplásticos, la detección fiable de nanoplásticos sigue siendo compleja: pocas técnicas evitan falsos positivos en matrices ambientales.
En este trabajo se muestrearon aguas del océano Atlántico en doce estaciones a tres profundidades y se analizó el agua mediante desorción térmica acoplada a espectrometría de masas por transferencia de protón (TD-PTR-MS). Para que resulte entendible, la muestra se calienta, los polímeros se volatilizan, se cargan mediante la transferencia de protones y el espectrómetro mide la relación masa/carga; así se identifican y cuantifican los polímeros presentes.
El trabajo está muy bien estructurado, tiene un diseño muestral amplio, se han realizado controles de contaminación y muestra desde el principio una total transparencia sobre sus limitaciones. Estas son:
- Controles de laboratorio corregidos, pero no nulos. Se encuentran trazas de plástico (0,90 ± 1,45 mg/m3), aunque cuentan que lo consideran controlado ya que los valores son mucho menores que los de las muestras.
- Concentraciones conservadoras, debido a que se realiza un filtrado a 1 µm para eliminar suciedad y materia orgánica real, así como una recuperación parcial (no se consigue recuperar todo el plástico en los test realizados), lo que nos lleva a pensar que las estimaciones reales son probablemente más altas.
- Se ha realizado una sola campaña (en noviembre de 2020): toda la variabilidad temporal está por explicar.
Con todo ello, los autores reportan medias de aproximadamente 18 mg/m3 en los 10 metros superficiales y unos 5,5 mg/m3 cerca del fondo. Estos valores, por entendernos, son uno o dos órdenes de magnitud mayores que la mayoría de los datos de microplásticos en alta mar, pero a la vez 10 veces menores que los grandes valores encontrados en las playas (a veces superiores a 100 mg/m3).
Para saber si estos datos son grandes o pequeños hay que hacer una reflexión histórica. Hay que tener en cuenta que, desde mediados de los años 50 del siglo pasado, la producción mundial de plástico se ha multiplicado exponencialmente, y cada década se han vertido al océano millones de toneladas que han estado sometidas a radiación ultravioleta, oleaje y biofouling. Esto se traduce en materiales fragmentándose hasta el rango nano durante décadas, aumentando la concentración disponible. De esa “sopa” que se ha ido construyendo durante 70 años, solo hay monitorización sistemática reciente y únicamente de las fracciones macro y micro, no del nanoplástico. Los valores de nanoplásticos son totalmente desconocidos; es ahora cuando la comunidad científica intenta entender cómo es su generación, y por eso, pese a las lagunas descritas, el estudio presentado sienta un precedente cuantitativo y servirá de referencia para futuras campañas multitemporales y métodos complementarios, los cuales corregirán o mejorarán los resultados.