Enrique Solano
Doctor en Física, profesor honorario en la Fundación Ikerbasque y fundador de las empresas de tecnologías cuánticas Kipu Quantum y Quanvia
Estoy muy contento de ver que el Premio Nobel de 2022 reconoce la física cuántica. Los tres físicos laureados, Alain Aspect, John F. Clauser y Anton Zeilinger, son candidatos brillantes y consagrados desde hace muchos años, que han hecho contribuciones importantes y han tenido un gran impacto.
Los tres galardonados trabajaron en la línea fundamental de la información cuántica en los años 70 y 80 del siglo pasado usando fotones —no materia, sino radiación electromagnética—, para verificar esos efectos misteriosos de la física cuántica que suceden entre partículas atómicas a distancia.
Lo que ellos verificaron fue el principio de entrelazamiento cuántico, que dice que, si uno entrelaza o conecta dos átomos o dos partículas de luz con esta propiedad, luego las puede poner a distancia y siguen teniendo un tipo de comunicación que es imposible de imaginar en términos convencionales. Existe una comunicación entre las partículas debido al entrelazamiento cuántico que no se puede explicar de otra manera que no sea mediante los principios de la física cuántica, que rompen la intuición cotidiana. Este entrelazamiento cuántico hoy en día se ha verificado a miles de kilómetros de distancia.
En sus inicios, en 1900, con Max Planck, Einstein, Schrödinger y Heisenberg, la física cuántica estaba en el marco de lo teórico; con Aspect, Clauser y Zeilinger comienza una época de experimentos de información cuántica, llega la asociación de los principios de la física cuántica con el procesamiento de la información, y con ella, la computación cuántica. Debido a este fenómeno de entrelazamiento cuántico se conjetura que muy pronto, en cinco años, tendremos ordenadores cuánticos capaces de hacer cómputos en tiempos inferiores a un segundo que, de otro modo, con los superordenadores actuales, tardaríamos miles de años en hacer. Estamos hablando de una rama de la física teórica que se ha trasladado a tecnologías cuánticas, un negocio tan consolidado que los gobiernos en Europa, Asia y EE UU están invirtiendo miles de euros en ellas, y ya existe en torno a ellas una competencia mundial, geopolítica y de soberanía tecnológica. Yo mismo he creado dos empresas tecnológicas de computación cuántica, una en España y otra en Alemania.