James Dyke
Profesor asociado de Ciencias del Sistema Terrestre y subdirector del Instituto de Sistemas Globales de la Universidad de Exeter (Reino Unido)
La COP30 llega diez años después del logro del Acuerdo de París en la COP21 y su objetivo de limitar el calentamiento muy por debajo de los 2 °C. Para que el Acuerdo de París tuviera alguna posibilidad de éxito, los gobiernos, en particular los de los países ricos e industrializados, habrían tenido que acelerar la eliminación gradual de los combustibles fósiles al mismo tiempo que introducían el apoyo financiero para la transición energética en el Sur Global. Ninguna de las dos cosas ha sucedido.
En 2024, los procesos industriales vertieron a la atmósfera una cantidad récord de 37.400 millones de toneladas de dióxido de carbono, mientras que la financiación climática prometida hasta ahora es una fracción de lo que se necesita. A pesar de los esfuerzos del anfitrión, la COP30 ni siquiera conseguirá que las naciones acuerden la eliminación gradual de los combustibles fósiles. Este vergonzoso resultado es el resultado de un interés personal de corto alcance y de una politiquería cínica.