Jesse Abrams
Investigador principal y uno de los principales expertos del Reino Unido en riesgos climáticos físicos de la Universidad de Exeter
La eliminación del lenguaje de transición de los combustibles fósiles del borrador de la COP30 representa un preocupante retroceso en los limitados avances logrados en la COP28. Este retroceso se produce precisamente en un momento en el que nuestra comprensión de los riesgos climáticos nos muestra que tenemos menos margen para el retraso de lo que se pensaba anteriormente.
Ya estamos viendo cómo se intensifican las inundaciones, las sequías y los fenómenos extremos a nivel mundial, mientras que las amenazas sistémicas derivadas de los posibles puntos de inflexión en los sistemas terrestres se ciernen cada vez más sobre nosotros. Las evaluaciones de riesgos actuales subestiman sistemáticamente estos peligros, al no tener en cuenta cómo los impactos climáticos se propagan a través de las redes económicas y pueden desencadenar cambios irreversibles en sistemas como la circulación oceánica.
A medida que se intensifica la fragmentación geopolítica, en particular con los cambios en el liderazgo climático de Estados Unidos, es probable que veamos cómo las acciones climáticas están cada vez más impulsadas por coaliciones de naciones e industrias dispuestas a actuar, en lugar de por marcos globales unificados. Este estancamiento diplomático no detiene el sistema climático físico. Cada año que continuamos dependiendo de los combustibles fósiles nos expone más a fenómenos extremos y aumenta la probabilidad de cruzar umbrales irreversibles, con profundas implicaciones para la seguridad global y la estabilidad económica.