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Mª Ángeles Bonmatí

Investigadora principal en el Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria y profesora en el departamento de Anatomía Humana y Psicobiología de la Universidad de Murcia

El estudio publicado en PNAS por Weed and Zeitzer (2025) se suma a la evidencia epidemiológica que vincula los cambios de hora con un aumento de accidentes cerebrovasculares y otros eventos de morbilidad. Combinando modelos matemáticos de respuesta circadiana con datos de salud de diferentes regiones de EE. UU., los autores concluyen que mantener el horario estándar (llamado comúnmente ‘de invierno’) todo el año, eliminando los cambios bianuales, podría producir un ligero descenso en la incidencia de obesidad y accidentes cerebrovasculares. Mantener el horario de supuesto ahorro energético (‘de verano’) también contribuiría a esa reducción, aunque en menor medida. 

Entre los aspectos destacables del estudio está que utiliza un modelo circadiano riguroso que incluye exposición a la luz, cronotipo, latitud y ubicación dentro de la zona horaria. También integra predicciones biológicas con datos epidemiológicos reales y tiene en cuenta factores socioeconómicos y de salud. Además, analiza tanto los efectos circadianos agudos de los cambios de hora como los crónicos de vivir permanentemente con un horario u otro, y sus predicciones respaldan la evidencia previa sobre el impacto negativo inmediato del cambio de hora. 

Entre sus limitaciones, los propios autores reconocen que se trata de un estudio teórico y basado en modelización, no en ensayos experimentales ni seguimiento real longitudinal. Se usan patrones de luz idealizados que no reflejan lo que ocurre en la vida real, donde los horarios laborales, la luz artificial y los distintos estilos de vida alteran la exposición a la luz. Por otro lado, solo se han incluido cronotipos intermedios, por lo que estos resultados podrían variar al incluir personas con cronotipos más tendentes a la verpertinidad o matutinidad. Además, el análisis se centra únicamente en el impacto de la política horaria sobre el sistema circadiano y no en los efectos de la misma sobre otros aspectos de la salud, la economía o el comportamiento social. 

No obstante, el estudio aporta valor al comparar sistemáticamente tres escenarios: cambio bianual actual y horarios permanentes tanto estándar como de supuesto ahorro energético, y predice efectos crónicos beneficiosos al mantener un horario fijo. En España, que también cuenta con el cambio bianual, estos resultados reforzarían la idea de que abolir el cambio de hora sería lo más beneficioso para la salud. Sin embargo, debido al desfase entre el horario solar y social de nuestro país, existente incluso con el horario estándar, es posible que el beneficio de mantener el horario de supuesto ahorro energético durante todo el año fuera aún menor que en el caso del presente estudio realizado en EE.UU. Además, conviene recordar que el número de horas de luz natural va variando a lo largo del año debido al movimiento de traslación de la Tierra alrededor del sol, independientemente del tipo de horario. En verano, aun manteniendo el horario estándar todo el año, seguiríamos teniendo más horas de luz natural que en invierno. 

En resumen, pese a sus limitaciones, se trata de un estudio sólido, revisado por pares, que refuerza la evidencia de que el cambio bianual es la opción menos saludable. Además, aporta evidencia comparativa entre el horario estándar y el de supuesto ahorro energético, sugiriendo una ligera ventaja del horario estándar permanente, que podría contribuir a reducir el número de personas que padecen obesidad y accidentes cardiovasculares. 

ES