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Domenico Tupone

Profesor en el departamento de Ciencias Biomédicas y Neuromotoras de la Universidad de Bolonia (Italia) y profesor ayudante de Investigación de Cirugía Neurológica en la facultad de Medicina de la Universidad de Salud y Ciencias de Oregón (Estados Unidos)

Las técnicas utilizadas son muy buenas y de buena calidad. Además, el desarrollo de un pequeño dispositivo implantable para la investigación en ratones es novedoso. Sin embargo, el estudio no aporta ninguna información novedosa ni sobre el control neuronal del torpor ni sobre el control de la termogénesis normal. Varias décadas de estudio ya habían demostrado el papel del área preóptica del hipotálamo en el control de la temperatura corporal y su papel en la fiebre. Trabajos pioneros de principios del siglo pasado ya habían demostrado que el calentamiento del área preóptica del hipotálamo (POA) producía una inhibición de la termogénesis y una vasodilatación (disipación del calor). Esta respuesta estaba mediada por un grupo de neuronas capaces de responder a estímulos de calentamiento aplicados directamente al POA. Ya se sabía que dichas neuronas sensibles al calor eran capaces de percibir la temperatura a través de un sensor de temperatura específico situado en su membrana, el TRPM2.  

La estimulación por ultrasonidos utilizada en este trabajo no hace más que producir un aumento de la temperatura de esta importante zona hipotalámica a través del ya conocido receptor TRPM2. Aparte de la nueva técnica (ultrasonidos) para estimular esta zona, no hay ninguna información novedosa sobre el mecanismo del torpor que produzca un avance en nuestro conocimiento científico. 

Los ratones son animales muy pequeños en comparación con los humanos. La zona preóptica del hipotálamo es una región muy profunda del cerebro humano y sería difícil imaginar que un estímulo extracraneal pudiera ser eficaz en una región tan profunda sin interferir con las regiones cerebrales intermedias. Sin embargo, un microdispositivo implantable, similar a los electrodos de estimulación cerebral profunda, probablemente podría implantarse directamente en el POA y esto (no sin efectos secundarios) sería probablemente aplicable. ¿Se haría? Probablemente no. Los enfoques farmacológicos, que normalmente interferirían en un área mucho más grande del cerebro o de todo el cuerpo, darían lugar a varios efectos secundarios. Por eso necesitamos mecanismos alternativos que se dirijan a zonas más específicas para tratar la patología o quizá para inducir la hibernación.  

Si bien es importante encontrar alternativas a los enfoques farmacológicos, no creo que la estimulación mecánica, como la estimulación cerebral profunda, los ultrasonidos y la estimulación magnética transcraneal nos ayuden a ser más específicos a la hora de dirigirnos a zonas concretas. Además, el torpor es un mecanismo complejo y la hipotermia y el hipometabolismo son solo un componente de una orquesta mayor, que requiere la regulación de muchos factores para ser adecuada para la vida. Sería difícil creer que engañando a una sola zona del cerebro se lograría el objetivo. Estos ratones se recuperan de la hipotermia, pero ¿sobrevivirían un largo periodo (hasta seis meses) como lo hace un verdadero hibernador?  

En mi opinión, el uso de técnicas genéticas y moleculares serían el futuro de la medicina, al ser capaces de producir moléculas específicas que van a interactuar específicamente con neuronas y funciones específicas. Sin embargo, esto requeriría más investigación, sería menos aceptado por la opinión pública y no sería inmediatamente viable para una gran población. Esta es la razón por la que los enfoques mecánicos siguen siendo muy utilizados y demandados.

ES