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Alicia Pérez-Porro

Bióloga marina, responsable de interacción política y relaciones institucionales en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) presente en Belém (Brasil)

La COP30 tenía que ser la COP de la adaptación y todos aquellos que trabajamos en ese ámbito nos vamos de Belém con una sensación agridulce.   

Tenemos, por un lado, el financiamiento. Es verdad que se ha acordado triplicar la partida de financiamiento destinada a adaptación, pero esta decisión tiene truco. No se ha acordado que los países aporten más financiamiento a la acción climática, es decir, no se va a triplicar la aportación pública a la acción climática; lo que se ha acordado es que del financiamiento aprobado en Bakú durante la COP29 se aumente el tanto por ciento destinado a adaptación. Aunque en términos generales es una buena noticia, la realidad es que la mitigación hoy en día se lleva el 80 % del financiamiento, y que triplicar la partida de adaptación solo es un parche porque lo que de verdad se necesita es triplicar el financiamiento público en adaptación.  

Por otro lado, tenemos el Objetivo Global de Adaptación (GGA, de sus siglas en inglés). Uno de los temas centrales de las discusiones sobre el GGA han sido los indicadores de adaptación. Terminamos COP29 en Bakú con una propuesta de lista de 100 indicadores que medían, por ejemplo, el número de países que integraban medidas de adaptación climática en sus planes nacionales o la proporción del territorio de un país dedicado a la producción agroalimentaria que utiliza prácticas y tecnologías relevantes para la adaptación climática (por citar solo un par de ejemplos). Hoy hemos terminado la COP30 con la adopción de una lista reducida de 59 indicadores y con el descontento de los países de América Latina, la UE y el bloque africano, entre otros, por considerar que esta lista no refleja las realidades de muchos países, principalmente las de aquellos en vías de desarrollo. El bloque africano iba más allá y pedía el bloqueo de los indicadores actuales dada su preocupación a que los presionen a gastar más de los escasos fondos de sus propios gobiernos en adaptación y pedía la creación de un grupo de trabajo específico y trasladar su aprobación a la COP32, es decir, posponer la decisión dos años.   

Pero yo decido quedarme con las palabras de Josep Garriga, un gran conocedor de las negociaciones con 18 COPs a sus espaldas, que dice que "en el cambio climático una derrota puede ser una victoria, nunca hubiese habido el Acuerdo de París sin el fracaso de la COP15 de Copenhague. 

ES