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Andrés García Pastor

Neurólogo del Centro de Ictus del Hospital General Universitario Gregorio Marañón

Este estudio supone probablemente una de las aportaciones más importantes de los últimos 30 años al campo de la epidemiología global del ictus.  

El trabajo se ha realizado a partir de informes epidemiológicos de 204 países o territorios a lo largo de los años 1990 y 2021. En el artículo se confirma que el ictus sigue siendo uno de los problemas de salud con mayor impacto tanto en mortalidad como en dependencia en todo el mundo.    

El principal resultado del estudio es que, en números absolutos, el impacto global del ictus ha aumentado a lo largo de estos 30 años. Este hallazgo puede deberse a varios motivos: el aumento de la población mundial; el envejecimiento de la población (sobre todos en países ricos); y el empleo de estrategias de prevención inadecuadas o insuficientes y probablemente muy dispares según el país (y su nivel económico).   

Otro aspecto muy relevante del artículo es la detección de importantes disparidades en la incidencia, prevalencia, impacto y mortalidad del ictus en función del nivel económico del país o zona geográfica estudiada. Este resultado se relaciona probablemente con unas estrategias insuficientes de prevención en los países pobres: peor control de factores de riesgo vascular, como la hipertensión arterial o el tabaquismo.    

Se han identificado y confirmado la relación de determinados hábitos o estilos de vida individuales (consumo de bebidas azucaradas, escasa actividad física, dieta pobre en grasa poliinsaturadas, índice de masa corporal, etc.) con el riesgo de ictus, pero también otros factores ambientales (y que, por tanto, no pueden ser corregidos a nivel individual) que también aumentan el riesgo de ictus. Estos factores son, por ejemplo, las elevadas temperaturas (olas de calor) o la contaminación atmosférica por partículas en suspensión.    

Un hallazgo relevante de este trabajo es la relación (detectada por primera vez) entre la contaminación del aire por partículas en suspensión y un mayor riesgo de hemorragia subaracnoidea.    

El efecto sinérgico entre contaminación atmosférica, cambio climático y elevación de las temperaturas ha demostrado influir en el riesgo de enfermedades vasculares y, en especial, del ictus.    

El aumento del impacto del ictus sobre la salud global observado en estos últimos años demuestra que las estrategias de prevención empleadas hasta el momento son insuficientes o inadecuadas y que probablemente deben ir más allá de medidas de cambios de estilo de vida a nivel individual. Son necesarias políticas globales encaminadas a luchar contra la contaminación atmosférica y el cambio climático.

ES