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Juan Ramón Barrada

Psicólogo del Área de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Zaragoza

Procrastinar, la tendencia a demorar las acciones a pesar de que con ello nos irá peor, se asocia con multitud de problemas de salud. Se entiende que ocurre porque esta tendencia a postergar conductas necesarias implica mayores niveles de estrés, un menor cuidado de la salud y un retraso en la búsqueda de atención sanitaria. Sin embargo, hasta el momento muchos de estos estudios han evaluado coocurrencia de eventos, no establecido relaciones causales. Ese es uno de los grandes valores de este artículo: un estudio longitudinal en el que se evalúan en múltiples ocasiones las distintas variables de interés.  

Casi ningún estudio ofrece respuesta completa a una pregunta de investigación. Este no es la excepción. Hay diferentes elementos que generan dudas en la interpretación de los resultados:  

1.- No podemos saber en qué medida los resultados son específicos del momento en el que los datos fueron recogidos. Durante la recogida de datos comenzó la pandemia por covid-19. Esto supuso, en términos de investigación, una suerte, pero también un problema. Una suerte porque, en general, los investigadores en estos campos quieren analizar qué causa cambios y la pandemia generó mucho cambio; un problema porque desconocemos si los efectos presentes durante estos momentos excepcionales pueden generalizarse a tiempos menos convulsos.  

2.- Los elementos en los que ha de resumirse algo tan amplio como la personalidad dependen de lo cerca que uno lleva la lupa de la investigación a las personas. Si uno quiere una mirada general, un modelo consolidado establece que podemos caracterizar la personalidad a través de cinco grandes dimensiones. Una de ellas es la de responsabilidad (conscientiousness en inglés). La procrastinación es en gran medida el inverso a la responsabilidad. Por ello, queda la pregunta de si es necesario hablar de un rasgo más concreto, más de detalle —como es la procrastinación— cuando podríamos hablar a un nivel más general —con la responsabilidad—. La investigación sobre relaciones entre personalidad y salud es amplia, por lo que la novedad y aportación de este estudio pueden quedar diluidas.  

3.- Queda la duda de en qué medida la escala de medición de la procrastinación (ciertamente, una de las escalas estándares en el campo) cubre adecuadamente el contenido que se quiere evaluar. Uno de los ítems de esta escala es: "Generalmente me retraso en empezar el trabajo que tengo que hacer". La definición ofrecida en el artículo incluye como elemento nuclear de la procrastinación la voluntariedad de esa demora. Desde mi punto de vista, resulta fácil imaginar en personas que, por distintas circunstancias de la vida, viven de un modo casi constante sobrepasadas por las demandas, lo que las llevaría a afirmar que acometen las tareas más tarde de lo que deberían (aparente procrastinación), pero sin que ahí haya voluntariedad (esto queda fuera de la definición).

ES