Autor/es reacciones

Carlos Edo

Investigador en el Museo de Historia Natural de Dinamarca de la Universidad de Copenhague

Se trata, sin duda, de un tema muy complejo que requiere un tratamiento cuidadoso. Expertos en el estudio de micro y nanoplásticos, como el doctor Dusan Materic o la doctora Melanie Bergmann, han señalado que ciertas técnicas (en concreto, la pirólisis acoplada a cromatografía de gases que se usa en el artículo) pueden generar falsos positivos debidos, entre otros factores, a la presencia de tejidos grasos en la materia celular. Si el preprocesamiento de las muestras no se realiza de forma adecuada o el método no está validado para asegurar una limpieza completa tras las digestiones, se corre el riesgo de obtener datos erróneos. Esto sucede porque pueden aparecer señales que se asemejan a las del polietileno, teniendo en cuenta que, en última instancia, los compuestos liberados son moléculas y fragmentos con estructuras comunes (basadas en carbono, hidrógeno y oxígeno) que pueden llevar a esa ‘coincidencia’. 

Lo que parece claro, en términos generales, es que el artículo [de Nature Medicine] emplea métodos que dejan dudas, además de presentar imágenes no concluyentes. Aunque reflejan el esfuerzo realizado por los autores, ponen de manifiesto que se necesita más trabajo para convencernos plenamente de que lo que se ha detectado es plástico y no contaminación cruzada. La detección de plásticos a estas escalas de tamaño es un proceso analítico sumamente complejo y, actualmente, la urgencia por publicar información sobre su presencia en lugares recónditos (incluso en el cuerpo humano) puede favorecer la aparición de estas publicaciones tan mediáticas.  

Sin duda, la comunidad científica ha reaccionado a este estudio, y aunque el principio de precaución siempre es prioritario, será necesario ampliar este trabajo, obtener datos más fiables y así ser utilizados para poder desarrollar políticas que realmente ayuden a mejorar la salud humana.

ES