Mariona Lozano Riera
Socióloga e investigadora en el Centre d'Estudis Demogràfics (CED) de Cataluña
Las tasas de fecundidad en países de ingresos altos están decayendo desde hace décadas. Hace treinta años que nacen pocos niños y, por tanto, las mujeres que hoy en día están en edad de tener hijos son pocas. Como señala el artículo, ello implica que estamos ante sociedades cada vez más envejecidas. Esto puede tener consecuencias económicas y sociales, como por ejemplo la sostenibilidad de los sistemas de pensiones públicos y la financiación de los Estados del bienestar. Sin embargo, ante el panorama actual, no me atrevería a decir que el Estado del bienestar está en peligro en el sentido que desaparezca, pero con toda seguridad habrá un cambio y el sistema del futuro será muy distinto a como lo conocemos ahora. Hay de hecho ya una transformación silenciosa hacia modelos en los que hay una cifra básica, todos cobran la misma pensión y los extras dependen de planes de pensiones privados o establecidos por convenios colectivos.
Para el caso español en concreto, el problema no es tanto la falta de trabajadores como la baja productividad del sistema económico español. España tiene un mercado laboral que está muy sesgado hacia sectores de baja productividad y poco valor añadido, como el caso de la construcción, y hay muy poca inversión en I+D. Actualmente tenemos las generaciones jóvenes más formadas de la historia, pero son generaciones que han sufrido varias crisis económicas. Además, estos jóvenes tienen un mercado laboral muy temporal y salarios muy bajos, con lo que sus contribuciones son muy bajas también. Con lo cual, es cierto que la demografía no resulta muy buena para sostener el sistema de pensiones actuales, pero no es la culpable, sino que la falta de acción política y las condiciones estructurales del mercado de trabajo español agravan el problema.