Klaus Zierer
Catedrático de Educación Escolar, Universidad de Augsburgo, Alemania
Desde Visible Learning, el hito de John Hattie en la investigación educativa empírica, los metaanálisis han formado parte integrante del discurso educativo. Ayudan a calcular la eficacia general de las medidas pedagógicas a partir de la multitud de resultados de investigación que se recogen en todo el mundo y, al mismo tiempo, hacen visibles las características específicas de cada país o cultura. El procedimiento de un metaanálisis está definido por normas (por ejemplo, "Prisma") y se cumple en el presente estudio. En este sentido, puede concluirse que el artículo cumple el estado de la técnica en el campo de los metaanálisis. Por cierto, los resultados también se corresponden uno a uno con mi propio metaanálisis en este campo. El mayor número de datos no proporciona un resultado fundamentalmente nuevo, sino que confirma metaanálisis anteriores sobre una base de datos más amplia.
La relevancia del déficit de aprendizaje hallado es inmensa porque tiene un impacto directo en la enseñanza. Cuanto menor es el rendimiento en el aprendizaje, más difícil resulta para los alumnos alcanzar los niveles exigidos por los planes de estudios. Como resultado, cabe esperar que se forme una "generación covid", que ha sufrido especialmente las consecuencias de la pandemia. Esto afecta especialmente a los más jóvenes del sistema procedentes de países económicamente débiles y con un entorno educativo desfavorecido. Esto pone de manifiesto una vez más la desigualdad educativa en el país y también en todo el mundo. Lo que no se destacó en el metaanálisis, pero sobre lo que también hay investigaciones relevantes, es que la pandemia también tuvo un impacto negativo en el desarrollo psicosocial y la condición física. En A Year to Forget evalué y analicé este aspecto.
Hay que hacer todo lo posible para compensar los déficits de aprendizaje. Por desgracia, muchos países desaprovecharon las primeras oportunidades o las pusieron en práctica de forma absolutamente irreflexiva. Como resultado, se ha perdido aún más tiempo. De la investigación sabemos (por desgracia) que los déficits de aprendizaje se acumulan rápidamente y, por tanto, se hacen cada vez mayores. Cuanto antes sea posible contrarrestarlos, mejor. El problema es sin duda que, ante la escasez (mundial) de profesores, falta sobre todo personal. Además, no se han elaborado los conceptos y todo el mundo mira hacia la digitalización, que, sin embargo, no ha demostrado ser un salvador de la pandemia, sino más bien un impulsor de las lagunas educativas (sobre todo en el tiempo libre, debido a un consumo creciente e irreflexivo). Más bien, la digitalización es un motor de injusticia educativa porque los medios digitales se utilizan de forma diferente según el nivel educativo. Así pues, el reto para los próximos dos o tres años sigue siendo ofrecer aquí conceptos sensatos.
Desde un punto de vista empírico, las escuelas de verano son sin duda una opción interesante, ya que han podido demostrar en el pasado que tienen un efecto positivo en todos los niños y jóvenes, pero especialmente en los alumnos procedentes de medios desfavorecidos desde el punto de vista educativo. En este sentido, podríamos beneficiarnos de la investigación y de los conceptos existentes en todo el mundo. Ciertamente, la digitalización también ofrece potencial si se aplica con sensatez. Lo que ha ocurrido en muchos casos -poner tabletas en manos de los alumnos y esperar que tengan un efecto positivo- debe considerarse un fracaso y ya es hora de aprovechar las posibilidades de la digitalización y, al mismo tiempo, evitar los peligros. Así, los medios digitales pueden ser útiles para el apoyo individual, porque con ellos se pueden implementar itinerarios de aprendizaje que sitúen siempre a los alumnos en el ámbito de las tareas de aprendizaje exigentes y, al mismo tiempo, alivien a los profesores para que puedan relacionarse aún más con los alumnos.