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Manuel Antonio Fernández

Neuropediatra, director del Instituto Andaluz de Neurología Pediátrica (INANP) y coordinador del Grupo de Trabajo de TDAH y trastornos del neurodesarrollo de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP)

Es un metaanálisis que parece bien diseñado. La información que aporta, aunque no es muy concreta, coincide con lo que sabemos hasta la fecha y vemos en la práctica clínica habitual.   

Los fármacos para el TDAH han sido siempre bastante denostados y han tenido bastante mala fama, especialmente los estimulantes.   

Hay quien ha pretendido presentarlos como una suerte de droga o dopaje para que los niños mejoren sus notas en la escuela o estén más tranquilos y molesten menos, con la banalización del TDAH que ello conlleva. Por otro lado, hay quien los ha atacado aduciendo una serie de efectos adversos de alto peligro para la integridad física y mental de los niños que los toman. Nada más lejos de la realidad.  

Independientemente de los efectos beneficiosos para regular los procesos de autocontrol en las diferentes áreas de la vida diaria, que son muy a tener en cuenta para poder desarrollar una vida normal, los efectos adversos de estos fármacos se caracterizan por ser escasos, y los que aparecen, generalmente transitorios y de baja intensidad. Hay una frase que describe muy bien lo referido en este estudio al referirnos a los efectos cardiovasculares de los fármacos para el TDAH. Son estadísticamente significativos, pero clínicamente irrelevante en personas sanas. Conclusión, no hay ningún motivo para rechazar su uso debido a ellos.  

[En cuanto a posibles limitaciones] No son muy relevantes, pero sí es cierto que se limita a decir que los efectos sobre la frecuencia cardiaca y la tensión arterial son leves. Hay estudios que cifran este nivel en un 10 % aproximadamente, lo que, como decía antes, es estadísticamente significativo, pero clínicamente irrelevante en personas sanas.

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