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Paul Valent

Presidente jubilado de la Australasian Society for Traumatic Stress Studies y psiquiatra jubilado del Monash Medical Centre (Australia)

Li y Leppold afirman que por primera vez han demostrado estadísticamente que la acumulación de dos o tres catástrofes naturales, especialmente entre las personas vulnerables, provocaba con más frecuencia TEPT (Trastorno de Estrés Postraumático), ansiedad y depresión que la ocurrencia de una sola catástrofe o ninguna. Con el cambio climático produciendo más catástrofes naturales, los autores advierten que la salud mental de la población empeorará. Su lógica, respaldada por abundantes estadísticas, parece inatacable. 

Por otra parte, el estudio se limita a un pequeño puñado de síntomas medibles que, según afirman, representan la salud mental. 

Este supuesto es cuestionable. Los síntomas no incluyen una amplia gama de otros síntomas psicológicos como el duelo, la ira, la culpa, la vergüenza y la injusticia. Desde luego, no dicen nada de las consecuencias psicosomáticas de las catástrofes, como infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares y una gran variedad de síntomas físicos; y no representan síntomas sociales de las catástrofes, como accidentes de coche, divorcios y delincuencia. 

Reducir el foco a unos pocos síntomas de forma verbal y matemática y extrapolar el mundo en función de ellos es típico del funcionamiento del hemisferio izquierdo del cerebro. Pero en las catástrofes domina el hemisferio derecho, con su amplia gama de síntomas biopsicosociales.    

La medición por el hemisferio izquierdo de la frecuencia de ciertos síntomas en catástrofes recurrentes es válida y puede ser útil, pero ignorar todo el tejido de la confusión humana cuando el mundo se desgarra ha tenido y podría tener consecuencias nefastas en el futuro del cambio climático.

ES