Richard Bethlehem
Profesor Asistente de Neuroinformática en la Universidad de Cambridge.
Se debe felicitar a los autores por reunir una muestra tan compleja en circunstancias tan desafiantes durante la pandemia. Este es potencialmente un artículo interesante como prueba de concepto sobre cómo cambiaron los cerebros de los adolescentes durante el confinamiento por la covid, pero hay algunas limitaciones clave a tener en cuenta.
En primer lugar, las muestras son bastante pequeñas, por lo que debemos ser cautelosos al no generalizar estos hallazgos a todos los adolescentes.
En segundo lugar, no hay una gran cantidad de información sobre estas muestras más allá del hecho de que fueron recogidas en diferentes momentos durante la pandemia, por lo que no podemos asumir que definitivamente es el confinamiento la causa de estos cambios reportados en el cerebro. Por ejemplo, muchas otras cosas pudieron haber ocurrido durante el período de la pandemia, como la infección por covid o una serie de infecciones. Hay muchos factores que no están modelados o documentados en este estudio que podrían explicar potencialmente estos hallazgos más allá de los confinamientos en sí mismos.
En tercer lugar, también es interesante la elección de los métodos para separar completamente las diferentes muestras y usar el enfoque de modelado normativo sin observar las trayectorias a nivel individual (es decir, no usar las fortalezas inherentes de la muestra longitudinal, sino en su lugar tomar una división pre y posconfinamiento).
Sabemos por gran parte del trabajo sobre cambios normativos en estas trayectorias que hay una variación considerable a nivel individual que puede no ser capturada en los análisis transversales. Como es claro en los modelos generales de crecimiento (y también en el enfoque de prueba-repetición en este estudio), los modelos normativos permiten cierta variación a lo largo del tiempo que aún está dentro del rango normal (y también en este estudio, la validación parece variar bastante ampliamente, entre aproximadamente 0,013 y 0,78, lo que indicaría que las puntuaciones normativas estimadas en la muestra posconfinamiento a partir de esos modelos probablemente tienen una incertidumbre muy amplia).
Es difícil determinar si la diferencia observada entre el pre y posconfinamiento cae dentro de estos niveles normales de variación individual a lo largo del tiempo (o si, de hecho, está dentro del rango de 'fiabilidad' del modelo normativo en sí).
Aumentar la certeza sobre cuán generalizable es el modelo normativo ayudaría, pero dado que se basa en una muestra pequeña, nuevamente es difícil decir cuán fuertes son realmente estos efectos. Esto se basa puramente en la metodología.
Los resultados necesitan ser establecidos de manera más firme y generalizable antes de que podamos concluir que los cerebros de los adolescentes cambiaron más allá de los cambios morfológicos normales durante la pandemia. E incluso si estos cambios se establecen en estudios posteriores, se necesita más trabajo para evaluar qué factores durante la pandemia son responsables de estos cambios, ya que hay muchos factores más allá del confinamiento que también necesitarían ser considerados y estudiados.