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Xavier Rodó

Profesor de investigación ICREA y responsable del programa Clima y Salud de ISGlobal

El transporte aéreo tiene un importante impacto negativo no solo en el planeta, por lo que representa en el pool total de emisiones de gases de efecto invernadero responsables del calentamiento planetario, sino también en la salud humana debido a los efectos directos de las emisiones de contaminantes. La aviación crea el 13,9 % de las emisiones totales del transporte, siendo la segunda mayor fuente emisiones y solo por detrás del transporte en carretera.

Los impactos en la salud directos son más intensos en las personas que trabajan en los aeropuertos y en los usuarios, así como en las poblaciones metropolitanas cercanas. Los aeropuertos generan tanto contaminación directa, fruto de sus propias actividades, como indirecta, debido a las actividades asociadas tales como transporte de usuarios, trabajadores y mercancías. Los contaminantes del aire y el ruido tienen múltiples efectos sobre la salud, especialmente, enfermedades cardiovasculares y respiratorias y efectos en la salud mental. Hay que tener en cuenta que los aviones a reacción emiten partículas ultrafinas cuya concentración atmosférica puede duplicarse en las áreas colindantes a los aeropuertos y que representan una contribución importante al calentamiento global, que no está adecuadamente tasada (mucho menos para los vuelos de larga distancia).

Esta falta de tasación y de asunción de costes desincentiva la necesaria y cada vez más inevitable transformación verde de la industria aeronáutica. Una reciente investigación del Instituto Nacional de Salud Pública y Medio Ambiente Holandés ha mostrado que las personas que viven cerca de Schiphol están expuestas regularmente a concentraciones más altas de partículas ultrafinas que afectan negativamente a la salud. En los días de alta exposición, los niños con problemas respiratorios sufren más síntomas y necesitan aumentar la medicación. Por ejemplo, Barcelona y muchos municipios del área metropolitana tienen habitualmente niveles de contaminación atmosférica que, en conjunto, suponen cientos de muertes evitables anualmente. Por este motivo, cualquier comentario negligente como los efectuados muestra sobre todo una lamentable ignorancia y una prepotencia económica en un momento como el actual de severa crisis energética global y de emergencia climática planetaria.

Pero no se trata solo de los impactos directos en la salud humana, sino también de no apostar como deberían los personajes públicos con estas declaraciones por un modelo que no sea el del crecimiento desenfrenado absurdo que ya no es sostenible, que tiene graves consecuencias a nivel global y que pone en riesgo al planeta y a nuestra especie. Nuestra área geográfica (también Francia, aunque no lo sepan) es una de las regiones donde se van a notar especialmente los efectos del cambio climático en curso.

La aviación ha sido tradicionalmente uno de los sectores donde las emisiones de gases de efecto invernadero han crecido más rápidamente y aunque Mbappé y Galtier no lo sepan o no les importe, la UE está asumiendo escenarios de futuro que implican una reducción obligatoria de las emisiones de la aviación en Europa.

La aviación debe ser más sostenible y saludable, y para conseguirlo serán necesarios cambios sustanciales. Estos deben incluir, en primer lugar, la sustitución total de los trayectos aéreos por los trenes para distancias medias, así como otras transformaciones de las instalaciones aeroportuarias. Expandir desenfrenadamente y absurdamente, como en trayectos cortos como el citado París-Nantes, la extensión y actividad aérea va en la dirección contraria al Acuerdo de París y de los compromisos de la UE de reducir el conjunto de las emisiones en un 55 % en 2030. Y como la misma Comisión Europea pone de manifiesto, a pesar de que la cantidad de combustible quemado por pasajero bajó casi una cuarta parte entre 2005 y 2017, en cambio, en el mismo período se incrementó el tráfico de pasajeros en un 60 %, lo cual hizo inútil dicha reducción.

Como recoge la reciente llamada por la acción de la cumbre de Premios Nobel “Nuestro planeta, nuestro futuro”, “la sostenibilidad global ofrece el único camino viable hacia la seguridad humana, la equidad, la salud y el progreso”.  Y no se trata de confrontar la aviación con el transporte ferroviario. Está claro que en determinadas circunstancias el tren no puede simplemente sustituir el avión (por ejemplo, en islas y regiones que son remotas o con condiciones geográficas particulares que hacen que la conectividad sea vital para el sustento económico o la logística).

Pero Mbappé y su coach Galtier tendrán, quieran o no, que cambiar su manera de pensar, porque no hay alternativa como ya estamos viendo en las múltiples manifestaciones del clima anómalo que estamos sufriendo en muchas partes del planeta. Y para conseguir la neutralidad climática, el Green Deal europeo establece unas reducciones en las emisiones del transporte de un 90 % el 2050 (comparado con los niveles de 1990). El sector de la aviación debe contribuir a la reducción y es necesario repensar el crecimiento del volumen de viajeros y la relación coste/beneficio poniendo muchas más variables, no solo la económica. En la ecuación, los aeropuertos también deberán apostar por introducir cambios estructurales que los conviertan en infraestructuras sostenibles que favorezcan sociedades más equitativas y sin emisiones. Y es necesario hacerlo urgentemente, no queda tiempo.

ES