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Desde hace algunos años, la producción científica sobre alimentos ultraprocesados es enorme. Son muchos los estudios que han mostrado asociaciones entre el consumo de estos productos y diversas enfermedades, incluyendo las cardiovasculares, las neurodegenerativas, la diabetes, el cáncer, los trastornos mentales, etc., así como la mortalidad. De hecho, en los últimos meses se han publicado varias revisiones ‘paraguas’ de todos esos estudios, extrayendo conclusiones inequívocas. Por un lado, el consumo de ultraprocesados se asocia con una peor salud y, de otro lado, no hay evidencia alguna que muestre que este tipo de productos pueden ser saludables. 

La única evidencia que sugiere que los ultraprocesados podrían tener algún beneficio proviene de un estudio que investigó la asociación de estos alimentos con la multimorbilidad, en particular, la coexistencia de al menos dos enfermedades crónicas en un individuo entre cáncer, la enfermedad cardiovascular y la diabetes tipo 2. En ese estudio se observó que el consumo de algunas subcategorías de ultraprocesados, como los cereales, los panes y los productos basados en vegetales, no se asociaban con dichas comorbilidades. Aunque en el estudio no se realizaron asociaciones con dichas enfermedades individuales, puso de manifiesto la necesidad de estudiar las subcategorías de ultraprocesados. 

En ese sentido, el estudio que se publica ahora investiga la relación de 9 subcategorías de alimentos ultraprocesados, que previamente habían sido clasificados como tales empleando el sistema NOVA. En el estudio se recogieron los datos de consumo de más de 100.000 profesionales de la salud de dos de las cohortes más importantes de investigación de las últimas décadas. 

Los resultados más relevantes son los que muestran la asociación entre la ingesta de dichas subcategorías de alimentos ultraprocesados y la mortalidad por diversas enfermedades. Así, los productos listos para comer a base de carne, aves y mariscos fueron los que mostraron las asociaciones más fuertes y consistentes, seguidos por las bebidas endulzadas con azúcar y endulzadas artificialmente, y los postres lácteos. Ninguna subcategoría pudo asociarse de forma robusta con una reducción del riesgo de mortalidad para las enfermedades estudiadas, a excepción de los ‘snacks y postres dulces envasados’. El consumo de estos productos se asoció con pequeñas reducciones del 6-7 % en la mortalidad por cáncer y enfermedades cardiovasculares, lo que se explica por la presencia del chocolate negro y el chocolate con frutos secos en esta subcategoría. En cambio, el consumo de snacks y postres dulces envasados se relacionó con un incremento del riesgo de mortalidad por enfermedades neurodegenerativas del 18 %.  

Como todos los estudios, este también tiene sus limitaciones. Además de tratarse de un estudio observacional y que por tanto, impide el establecimiento de relaciones de causalidad, creo que el defecto más importante es que los cuestionarios de consumo de alimentos no fueron específicamente diseñados para medir el consumo de ultraprocesados. Eso se debe a que, en el momento de inicio del estudio, estos productos no habían sido definidos como tales. Por tanto, es posible que los resultados pudieran haber sido distintos, lo que suscita investigaciones prospectivas a partir de este momento.  

En cualquier caso, se trata del primer estudio de gran alcance en el que se asocia el consumo de subcategorías de ultraprocesados con la mortalidad por determinadas enfermedades. La conclusión principal es que, si bien existen diferencias entre grupos de ultraprocesados, todos ellos se asocian con incrementos en la mortalidad total y la mortalidad debida a diferentes enfermedades, lo que apoya la evidencia actual que recomienda reducir este tipo de alimentos en la población.

ES