Autor/es reacciones

Pepe Alcamí

Investigador del IDIBAPS y director científico de la Unidad VIH del Hospital Clínic de Barcelona

Personalmente, para mí es una alegría la concesión del Nobel a Katalin Karikó, con quien coincidí hace poco en la lección conmemorativa de la Fundación Jiménez Díaz. En cierta manera era la "crónica de un Nobel anunciado" porque Drew Weissman y Katalin Karikó son los progenitores de la modificación del ARN que permite que las proteínas que codifica sean expresadas a alto nivel sin que la maquinaria celular degrade ese ARN. 

Destacaría dos aspectos de este Nobel:

  • El primero, que es el premio a la constancia, sobre todo de Katalin Karikó, que jugó un papel esencial en el desarrollo de esta tecnología, y que perseveró a pesar de ser un trabajo poco reconocido por la ‘academia oficial’. Como ella misma nos decía, en un sistema altamente competitivo no conseguía proyectos de investigación al no considerarse su línea de trabajo prioritaria. 
  • El segundo, que se premia a la investigación básica, no a los desarrolladores o a las compañías, aunque hayan tenido un papel fundamental en el desarrollo de las vacunas ARN frente a la covid-19. El mensaje es que hay que apoyar la buena ciencia, sin exigir que sea traslacional de entrada, porque no sabemos hasta dónde llegará la investigación básica, aparentemente más alejada de la aplicación práctica.

En este caso, el trabajo de Weissmann y Karikó, académico, impecable, elegante, centrado en una pregunta de investigación básica, literalmente, ha salvado la vida a millones de personas. Como dice el poema de José Angel Valente No sabemos hasta dónde o hasta cuándo, puede alcanzar una palabra, en este caso, un trabajo de investigación.

ES