Alicia Pérez-Porro
Bióloga marina, responsable de interacción política y relaciones institucionales en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) presente en Belém (Brasil)
Por fin tenemos el primer plan global para financiar la conservación de la biodiversidad. Ha sido cuatro meses después del final de la COP16 en Cali, Colombia, que terminó de manera agridulce con la suspensión por falta de quorum de las negociaciones. Esa ha sido la razón detrás de estos tres días extra de negociaciones en Roma que, afortunadamente, han dado sus frutos.
Esta segunda ronda de negociaciones tenía un tablero de juego todavía más complicado geopolíticamente que el de Cali. Por un lado, Susana Muhamad, ministra de Medio Ambiente de Colombia y presidenta de la COP16, anunció su renuncia como ministra a principios de febrero, lo que podía afectar negativamente a las negociaciones. Y por el otro, todo lo que está pasando en EE.UU., con políticas contrarias a la conservación y retirada de la financiación de cualquier tema ambiental.
Los temas para los que se ha llegado a un consenso en esta segunda ronda de la COP16 son los que garantizan la implementación del Marco Global de Biodiversidad. Incluyen, por un lado, la movilización de recursos y un mecanismo financiero, y por el otro, el marco de monitoreo.
Como siempre en este tipo de negociaciones, la ambición ha sido a la baja, pero tal y como está el mundo últimamente yo me quedo con la parte increíblemente positiva de que ahora, por fin, tenemos una hoja de ruta clara para conservar y restaurar la biodiversidad, y los recursos económicos para llevarla a cabo.