La 16ª reunión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16) celebrada en Roma ha concluido con un acuerdo para la adopción del primer plan global para financiar la conservación de la naturaleza, después de tres días de reuniones. Este encuentro suponía retomar las negociaciones iniciadas el pasado mes de octubre en Cali (Colombia), donde las partes no llegaron a un acuerdo sobre cómo financiar el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal alcanzado en la COP15 y que pretende proteger un tercio de la tierra y los océanos de aquí a 2030.

Alicia Pérez - COP16
Alicia Pérez-Porro
Bióloga marina, responsable de interacción política y relaciones institucionales en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF)
Por fin tenemos el primer plan global para financiar la conservación de la biodiversidad. Ha sido cuatro meses después del final de la COP16 en Cali, Colombia, que terminó de manera agridulce con la suspensión por falta de quorum de las negociaciones. Esa ha sido la razón detrás de estos tres días extra de negociaciones en Roma que, afortunadamente, han dado sus frutos.
Esta segunda ronda de negociaciones tenía un tablero de juego todavía más complicado geopolíticamente que el de Cali. Por un lado, Susana Muhamad, ministra de Medio Ambiente de Colombia y presidenta de la COP16, anunció su renuncia como ministra a principios de febrero, lo que podía afectar negativamente a las negociaciones. Y por el otro, todo lo que está pasando en EE.UU., con políticas contrarias a la conservación y retirada de la financiación de cualquier tema ambiental.
Los temas para los que se ha llegado a un consenso en esta segunda ronda de la COP16 son los que garantizan la implementación del Marco Global de Biodiversidad. Incluyen, por un lado, la movilización de recursos y un mecanismo financiero, y por el otro, el marco de monitoreo.
Como siempre en este tipo de negociaciones, la ambición ha sido a la baja, pero tal y como está el mundo últimamente yo me quedo con la parte increíblemente positiva de que ahora, por fin, tenemos una hoja de ruta clara para conservar y restaurar la biodiversidad, y los recursos económicos para llevarla a cabo.
Daniel Montoya - COP16
Daniel Montoya
Profesor de investigación Ikerbasque en el Basque Centre for Climate Change (BC3)
La crisis de biodiversidad que estamos sufriendo se desarrolla a una escala global y, por tanto, las medidas para mitigarla deben ser también globales. Esta es la idea subyacente de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad. Hace cuatro meses las negociaciones para establecer un acuerdo de financiación para la conservación de la naturaleza lamentablemente fracasaron en la reunión celebrada en Colombia. A pesar de la incertidumbre inicial, la nueva reunión de la COP16 en Roma representa una esperanza para la biodiversidad, dado que esta vez sí se ha llegado a un consenso. Este consenso contempla dos medidas fundamentales. La primera consiste en la movilización de recursos y la creación de mecanismos para financiar la conservación de la naturaleza. La segunda es la creación de un marco de monitoreo del acuerdo alcanzado.
A pesar de no ser demasiado ambicioso, el acuerdo alcanzado en la COP16 de Roma representa una hoja de ruta clara para la conservación de la naturaleza. El siguiente paso consiste en materializar las medidas acordadas y hacerlo de una manera global, donde toda la sociedad y los gobiernos estén involucrados al margen de ideologías. Dependemos de la naturaleza y nuestra es la decisión y el deber de conservarla.
José Prenda - COP16
José Prenda
Catedrático de Zoología en el departamento de Ciencias Integradas de la Universidad de Huelva
La conservación de la biodiversidad es una necesidad perentoria que reclama la acción conjunta de todos los gobiernos y de los principales actores mundiales. La pérdida irremisible de seres vivos es a la vez síntoma y causa del deterioro planetario impulsado por el crecimiento sin freno de la especie humana. La simplificación de la biosfera, la estela de extinciones que vamos dejando tras nuestro aparente progreso en sinergias imposibles de predecir, redunda en las condiciones en que se desarrolla la vida, incluida la humana. De ahí la urgencia por alcanzar acuerdos que definan un marco de conservación global que siente las bases para el freno efectivo a la pérdida de especies. Al igual que ya existen mecanismos para la salvaguarda del clima, es imprescindible comenzar a arbitrar medidas en el mismo sentido para la protección efectiva de la biodiversidad. Que no solo se reduzcan emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, sino que el estatus de especies deje de precarizarse y se inicie una estabilización, cuando no el crecimiento, de poblaciones y ámbitos de distribución de organismos amenazados.
En ello reside la importancia de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16) que se cerró anoche en Roma con un acuerdo que invita tímidamente a la esperanza. Según la presidenta de la COP16, la colombiana Susana Muhamad, se han conseguido recursos financieros, planteado como gestionarlos y definir su seguimiento. Un marco casi idílico. Las dificultades estriban en hasta qué punto se tomarán en serio gobiernos y entidades este acuerdo teniendo en cuenta el nuevo contexto sociopolítico global en el que las tendencias apuntan sin disimulo en sentido contrario. La descarbonización lleva aparejado un considerable desarrollo tecnológico con consecuencias directas sobre la economía que la hacen atractiva para los actores financieros. El freno y la reversión a los procesos de extinción de flora y fauna es un problema mucho más complejo, por cuanto su implementación puede exigir consideraciones particulares, especie a especie, y sus efectos financieros, aunque pudieran ser equiparables hasta cierto punto con los mercados de carbono, de momento no gozan de la misma popularidad.
El acuerdo logrado en Roma, de alcance modesto y consecuencias por ver, al menos establece unas condiciones de partida formales para el despegue de una eventual recuperación de la biodiversidad. Lo que no es poco. Esperemos que la buena voluntad manifestada por el reducido grupo de líderes presentes en el cierre de la cumbre no se tuerza por el peso del interés de las grandes potencias o por el imprudente desdén que solemos manifestar los humanos por otras vidas que no sean la nuestra.
Graciela Gómez - COP16
Graciela Gómez Nicola
Profesora titular del departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución (Zoología) de la Universidad Complutense de Madrid
Después de la decepción de Colombia, lograr en Roma un acuerdo mundial para financiar la conservación de la naturaleza es, sin duda, una buena noticia. Pero el desafío más importante es que en los próximos cinco años se consiga y garantice esa financiación y que el reparto sea justo y equitativo para desarrollar el Marco Global de Biodiversidad.
El Marco no debe ser una mera declaración de intenciones; ya no nos lo podemos permitir. Tiene que avanzar y conseguir frenar el deterioro de la biodiversidad. En un sistema global lleno de incertidumbres y conflictos, los recursos económicos disponibles, que todavía son insuficientes, se tienen que emplear de una manera muy eficaz y justa, garantizando el acceso directo de los pueblos indígenas y las comunidades locales, que tienen un papel clave en la conservación de la biodiversidad.
Inmaculada Álvarez - COP16
Inmaculada Álvarez-Manzaneda Salcedo
Investigadora posdoctoral del departamento de Ecología de la Universidad de Granada
La primera reacción de Susana Muhamad [la presidenta de la cumbre] tras la COP16 es de esperanza tras el acuerdo obtenido. Sin embargo, habrá que ver en qué se manifiestan estas medidas de financiación propuestas. Siendo conscientes de que una de las primeras causas de la pérdida de biodiversidad es la degradación de los hábitats, parece esperable y deseable que muchas de estas medidas estén enfocadas en su conservación.