Ángel Hernández Merino
Pediatra y colaborador del Comité Asesor de Vacunas, de la Asociación Española de Pediatría y de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria
Los datos que aportan la OMS y UNICEF tienen un gran valor por varias razones. En primer lugar, porque se trata de nuevos datos para una serie histórica de gran alcance, con una metodología fiable y estable en el tiempo. En segundo lugar, porque dibujan un panorama general preciso de la situación de las inmunizaciones infantiles y señalan, también con precisión, los puntos débiles y los retos a abordar.
Una conclusión rápida podría ser que en 2024 se ha constatado una mejoría en algunos de los indicadores clave comparados con 2023, pero esta mejoría es leve e insuficiente, pues no se ha recuperado el estatus previo a la pandemia y se estima que de mantenerse el ritmo actual no se alcanzarán los objetivos marcados para 2030 (como, por ejemplo, reducir a la mitad la cantidad de niños con cero dosis en comparación con los de 2019 y alcanzar una cobertura mundial del 90 % para las vacunas DTP (3 dosis), neumococo conjugada (3 dosis) y sarampión (2 dosis) a lo largo de la vida).
Por señalar algunos aspectos positivos puestos de manifiesto en esta publicación de la OMS/UNICEF, las mejorías más apreciables se han observado con las coberturas de: la vacuna antipolio inactivada en países con brotes de polio por virus derivados de las vacunas orales; la vacuna antineumocócica conjugada; la vacunación del rotavirus; y la del virus del papiloma humano. La contraparte es que aún queda mucho recorrido para estas vacunaciones en los países que más las necesitan.
Otro aspecto relevante es señalar el papel del soporte de Gavi [la Alianza para la Vacunación, organización internacional de colaboración público-privada], que en la actualidad alcanza a 57 países. Un indicador nuevo mostrado en este estudio de OMS/UNICEF es el Breadth of Protection (algo así como "amplitud de la protección"), un indicador que reúne las coberturas de 11 vacunaciones prioritarias en un solo valor muestra que los países bajo la protección de Gavi, en conjunto, alcanzan valores similares a los del conjunto del resto de países fuera del ámbito de Gavi. Los datos muestran, también, las dificultades que sufren los países que dejan de estar bajo el paraguas de Gavi los años siguientes a ello.
Como indican de forma repetida distintos estudios desde hace muchos años, las desigualdades persisten y son aplastantes. Y podrían empeorar en los próximos años: África es la única región de la OMS que, aún hoy, sigue experimentando aumentos continuos de la cohorte anual de nacimientos; cada año de los próximos mientras se mantenga esta tendencia, más niños necesitarán ser vacunados.
Esto anterior enlaza con las dificultades y retos que habrán de abordarse en los próximos años si se pretende acercarse a los objetivos de 2030. Reforzar la vacunación en países con cierta estabilidad social y económica para, al menos, no perder (idealmente, mejorar) las coberturas actuales (lo que está ocurriendo con el sarampión es una buena muestra de ello), requiere un compromiso social, académico, económico y político explícitos, amplios y mantenidos en el tiempo. Sin embargo, los mayores retos vienen por la necesidad de conseguir una vacunación amplia y equitativa en países que sufren desplazamientos masivos por inestabilidad política, conflictos armados, incertidumbre económica y crisis climáticas. Los efectos de la desinformación y la reticencia a vacunarse amenazan a todos los países, con alto y bajo nivel de desarrollo. En fin, que, como sabemos, se necesita un compromiso político y financiero estable en el tiempo para mantener un sistema de Atención Primaria que aporte equidad a los programas de salud, las inmunizaciones entre ellos.
La necesidad de financiación estable involucra de distinta forma a los distintos países del mundo. Los que tienen mayor capacidad deberán aportar más, como viene siendo desde hace décadas, aunque con enormes dificultades. Lamentablemente, las nuevas autoridades estadounidenses han decidido llevar adelante planes de recortes drásticos a su aportación a los programas de salud a nivel global, como las vacunaciones. Esto tendrá un enorme impacto, pues hasta ahora EE. UU. ha sido el mayor donante a estos programas (y así hay que reconocerlo), y su alejamiento de la OMS, Gavi y otras entidades deberá ser suplido por el resto de la comunidad internacional hasta que se recupere la racionalidad en el país americano.
Los datos publicados por la OMS/UNICEF no distan de los mostrados por otro estudio reciente, hecho con metodología distinta. Con una dosis extra de optimismo, podríamos destacar la necesidad de que la comunidad internacional asuma la responsabilidad compartida de mejorar la protección de la salud infantil de forma equitativa en el mundo, con la seguridad de que es posible lograrlo con instrumentos como las vacunaciones, que ya han sido artífices de logros extraordinarios como la desaparición de la viruela y la drástica reducción de terribles enfermedades como la polio, la difteria y otras.