Autor/es reacciones

Carmelo Polino

Profesor permanente en el departamento de Filosofía, Universidad de Oviedo

Las encuestas de percepción social de la ciencia y la tecnología son instrumentos que tienen las políticas públicas de ciencia y tecnología para entender las expectativas o temores de la sociedad en relación con el desarrollo científico-tecnológico y formular, en consecuencia, políticas de comunicación que permitan acerca la ciencia a la sociedad mediante la promoción de una cultura científica ciudadana. 

La Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología 2024, elaborada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), refuerza así su papel como instrumento sólido y longevo para analizar las actitudes ciudadanas hacia la ciencia y la tecnología en España. Con una serie histórica iniciada en 2002, este estudio permite detectar cambios longitudinales en el interés, la confianza o en las estructuras de las actitudes hacia la ciencia y la tecnología. Pero también compararse con tendencias internacionales mediante indicadores compatibles con encuestas como el Eurobarómetro, los datos recopilados en Science and Engineering Indicators de EE UU, o diferentes encuestas aplicadas en el ámbito de los países de América Latina. 

Los resultados de la edición 2024 muestran una ciudadanía generalmente interesada en la ciencia y con una confianza elevada en las instituciones y en las profesiones científicas, aunque también con una demanda clara de mayor conexión social. Persiste una brecha estructural entre interés e información percibida, lo que se nota tanto en relación con la ciencia y la tecnología en general, como en temas de medio ambiente o medicina y salud. Este fenómeno no es exclusivo de España, pues se observa de forma recurrente en otros países europeos o latinoamericanos. En todo caso, refleja un reto para las políticas de comunicación social de la ciencia. 

La inclusión de temas como inteligencia artificial (IA) y cambio climático resulta especialmente oportuna. El estudio recoge posturas ambivalentes: la ciudadanía comienza a reconocer el uso cada vez más extendido de tecnologías basadas en IA, reconoce beneficios y, simultáneamente, expresa desconfianza respecto a su gobernanza, efectos laborales y protección de datos. En el ámbito climático, domina una preocupación generalizada por la gravedad del problema y su origen humano, aunque matizada por el escepticismo hacia la eficacia de las medidas institucionales y una demanda creciente de justicia distributiva. Son datos compatibles con enfoques teóricos que enfatizan la complejidad de las actitudes y rescatan tanto el papel de la importancia de la confianza como de la crítica informada en relación con los riesgos del desarrollo científico-tecnológico.  

En cuanto a los canales de información, se consolida el uso de medios digitales y redes sociales entre los jóvenes, al tiempo que los canales tradicionales (televisión, prensa, radio) mantienen una influencia significativa. La encuesta alerta sobre el impacto que estos canales tienen en la confianza. Así, un desafío clave para la salud democrática se vincula con la diferencia de visiones sobre la actividad científica entre quienes se informan mediante fuentes oficiales o especializadas (con visiones más favorables) y quienes recurren a medios informales como redes o canales de mensajería (con visiones tendencialmente más críticas). 

Es importante también resaltar que los resultados muestran diferentes brechas sociales, con línea con las evidencias acumuladas en la serie temporal. Por ejemplo, la generacional o socioeconómica en relación con el interés, el acceso a la información, o las oportunidades de participación cultural (visitas a museos de ciencias, por ejemplo). La cultura científica es asimétrica y, en muchos sentidos, un reflejo de las desigualdades sociales y de las mayores dificultades que experimentan los grupos sociales más desfavorecidos.   

Es cierto, finalmente, que entre las limitaciones de los estudios demoscópicos caben destacar los efectos esperables del sesgo de autoinforme y la dificultad para captar opiniones más complejas a través de formatos cerrados. Sin embargo, el diseño bienal, la amplitud temática y la segmentación sociodemográfica refuerzan la robustez y utilidad de los resultados. Las implicaciones son claras: para fortalecer el vínculo entre ciencia y sociedad, no basta con aumentar la financiación o la producción científica.  

La aplicación continuada de la encuesta ratifica que es imprescindible mejorar la comunicación pública, reforzar la cultura crítica, promover la participación ciudadana en la gobernanza del conocimiento y atender activamente las tensiones éticas y políticas que emergen en torno a la ciencia. Pues quizás uno de los mayores hallazgos es la demanda creciente de una ciencia más accesible, transparente y orientada al bien común. Resulta significativo que, aunque se valora positivamente a las universidades, los hospitales y los centros públicos de investigación, es una proporción menor de la población (37 %) la que cree que los científicos tienen en cuenta a la ciudadanía en sus investigaciones.  

La encuesta, en resumen, perfila una ciudadanía que valora y confía en la actividad científica. Es significativo que se mantenga un amplio consenso sobre la importancia de invertir en I+D. No obstante, la ciudadanía espera más diálogo, mejor comunicación y una mayor implicación social por parte de sus actores. Se reclama, en suma, una ciencia con rostro humano, comprensible y con mayor responsabilidad social. La encuesta de FECYT es una herramienta clave para orientar políticas públicas de ciencia y tecnología que respondan a estas inquietudes de la sociedad. 

ES