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La población española confía en la ciencia, pero le reclama más comunicación y compromiso ciudadano, según la encuesta de percepción social de FECYT

La ciudadanía española confía en la ciencia y en el personal investigador; y quiere que estén más cerca de los problemas de la gente. Televisión y redes sociales son los canales más utilizados para informarse sobre estos temas. El 81,4 % reconoce que el cambio climático es un problema grave y, respecto a la IA, aunque más del 80 % la usa, existe preocupación por sus riesgos y su gobernanza. Son datos de la nueva edición de la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología (EPSCT) 2024 de FECYT, de carácter bienal. 

25/06/2025 - 12:30 CEST
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Ana Muñoz van den Eynde - encuesta percepción 2024

Ana Muñoz van den Eynde

Responsable de la Unidad de Investigación en Ciencia, Tecnología y Sociedad del CIEMAT

Science Media Centre España

Como cada dos años, tenemos una nueva cita con la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología en España. Tener la confirmación de esa continuidad es algo tremendamente positivo. Y no es habitual en los países de nuestro entorno, por lo que es muy de agradecer el esfuerzo y la implicación de FECYT. 

En un contexto en el que cada vez resulta más difícil realizar entrevistas domiciliarias, es una nota positiva saber que el estudio se basa en este tipo de entrevistas. En la información disponible en el momento de hacer esta reacción no se proporcionan los datos sociodemográficos. Será interesante ver si, a pesar de que es el mejor método para seleccionar una muestra, se detecta, una vez más, la sobre representación de personas con mayor nivel de estudios. Es cada vez más difícil acceder a personas con menor nivel de estudios, que tienden a excluirse de los estudios de opinión pública. 

Entrando en los resultados, ofrecen un panorama un poco preocupante, pero que va en línea con lo que se detecta a nivel global y en muchos estudios: la población valora y confía en la ciencia como fuente de conocimiento, pero, dado el contexto actual, hay una actitud más ambivalente y una cierta desconfianza en relación con su dimensión social. Se puede decir que los resultados proporcionan evidencia de que la confianza en la institución de la ciencia no pasa por su mejor momento. 

Hay varias cosas que destacar: 

  1. El interés informativo repunta ligeramente con respecto a la edición anterior, pero sigue sin ser muy alto. El interés general se mantiene constante si nos fijamos en la puntuación media de las respuestas. Sin embargo, disminuye el porcentaje de personas que se declaran muy o bastante interesadas por la ciencia. Aunque, por otro lado, también disminuye el porcentaje de quienes dicen estar muy poco interesadas. 
  2. Baja de manera significativa la participación en actividades relacionadas con la ciencia, especialmente la asistencia a actividades de divulgación y la participación en actividades de ciencia ciudadana. También baja de manera muy notable la disposición a implicarse en la toma de decisiones científicas. Y, sin embargo, aumenta el conocimiento de la naturaleza de la ciencia. Es un hecho muy positivo que, sin embargo, parece indicar que la disminución en la implicación sugiere una mayor desconexión de la sociedad con la ciencia, en línea con lo señalado en el punto anterior. 
  3. Aunque no hay un excesivo interés informativo, la población tiende a percibir que la información científica es insuficiente y superficial. Probablemente esto no resulte extraño si tenemos en cuenta que, de manera combinada, las principales fuentes de información son las redes sociales y las plataformas de vídeo online (aunque estas no se mencionen demasiado como primera opción, sí lo hacen como segunda). Me parece un resultado muy interesante, porque quizá refleja la tendencia a exigir sin dar nada a cambio, la dificultad para asumir que lo que obtenemos depende de lo que hacemos, es decir, la dificultad para asumir nuestra responsabilidad. 
  4. Se confía en la investigación científica. Es un resultado positivo, pero no es lo mismo confiar en la investigación que se hace, que confiar en la ciencia como institución. Y, en línea con esta creciente desconfianza, aumenta el porcentaje de personas que están de acuerdo en que los y las científicas pueden “ajustar” sus resultados para satisfacer los intereses de quienes les financian. Es un resultado que refleja el peso que tiene, en la imagen de la ciencia, la ciencia instrumental (orientada a la obtención de beneficios). Baja también el porcentaje de personas que está totalmente de acuerdo en que las y los científicos investigan por el interés común. 
  5. En línea con el punto anterior, en los ítems que abordan el pensamiento conspiranoico, se observa una baja prevalencia de los ítems más centrados en conspiraciones, aunque es preocupante que un 41,6 % de las personas entrevistadas considere que se han producido virus en laboratorios gubernamentales para controlar nuestra libertad. El acuerdo es alto, no obstante, con frases que muestran la desconfianza al papel que juegan los intereses comerciales en el ámbito científico. De nuevo, detectamos la influencia negativa de la ciencia instrumental. En un contexto globalizado como el nuestro, es un resultado que se detecta en muchos otros países de nuestro entorno, como muestran los dos últimos Eurobarómetros sobre actitudes hacia la ciencia y la tecnología. Por otro lado, en un estudio realizado en la Unidad de Investigación en Ciencia, Tecnología y Sociedad del CIEMAT hemos encontrado que el 57 % de la población está algo o bastante de acuerdo, y un 23 % está muy o totalmente de acuerdo con la frase: “La ciencia que asesora a la política solo sirve para justificar lo que los políticos quieren”.  

Para concluir, se observa la tendencia de la población a exigir rendición de cuentas a la ciencia que, en cambio, se acompaña de falta de implicación con ella. Esto podría estar reflejando dos cuestiones: 1) como se ha mencionado, el deterioro de la confianza en la institución de la ciencia; y 2) la falta de apropiación, es decir, la sensación de que la ciencia no es de los y las ciudadanas. 

Conflictos de interés: “He formado parte en el pasado del Grupo de Trabajo que elabora la encuesta de FECYT, pero ahora no formo parte de él”. 

ES

Belén Laspra - EPSCT 2024

Belén Laspra

Profesora Ayudante Doctora en el departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo, donde forma parte del grupo de investigación en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (Grupo CTS)

Science Media Centre España

Desde hace más de dos décadas, la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología (EPSCT) toma el pulso de la relación entre ciudadanía y ciencia en España. Más que una serie de datos se trata de una cartografía del imaginario colectivo: una herramienta que nos permite observar cómo evolucionan las imágenes, las preocupaciones y los vínculos que tejemos en torno a la ciencia. En un contexto marcado por cambios tecnológicos vertiginosos, crisis globales y polarización informativa, esta edición ofrece una fotografía especialmente reveladora. 

Lo que muestra es un paisaje de luces y sombras. La ciencia sigue gozando de reconocimiento, pero ese reconocimiento ya no se formula como fe ciega ni como admiración incondicional. La ciudadanía valora el conocimiento científico, pero también se interroga por su orientación, por sus límites, por sus implicaciones sociales. La imagen resultante no es uniforme ni estable: es una arquitectura en construcción, atravesada por tensiones entre confianza y escepticismo, entre entusiasmo y preocupación. 

Hablar de percepción social de la ciencia es hablar de la imagen que cada persona va construyendo a lo largo de su vida. Esa imagen se forma en la escuela, en el hogar, en los medios, en las redes, en las conversaciones cotidianas. Está modelada por factores sociales, culturales y afectivos, por experiencias personales y por creencias compartidas. No es solo lo que sabemos, sino cómo lo encajamos en lo que valoramos. Y no se limita a lo racional: actúa como una brújula interior que orienta nuestras decisiones como pacientes, votantes, consumidores o madres y padres. Por eso, comprender esa imagen es fundamental para cualquier política científica que aspire a ser democrática. 

Uno de los elementos centrales que revela la encuesta es la necesidad de pensar la relación entre ciudadanía y ciencia como una cuestión ecológica, más que como un simple déficit. No se trata de llenar huecos de conocimiento, sino de entender cómo se entrelazan saberes, emociones, contextos y valores. La ciencia no se percibe solo como un conjunto de hechos, sino como parte de una conversación colectiva sobre lo que es legítimo, verdadero y valioso en una sociedad que busca orientarse en la incertidumbre. 

Este ecosistema incluye, entre otras dimensiones, el interés que despierta la ciencia, la percepción de información disponible y el grado de alfabetización científica. Aunque el interés se mantiene o incluso crece, muchas personas siguen considerándose poco informadas. Además, cuanto más nivel educativo se tiene, más se perciben las carencias de la información científica disponible: se aprecia lo que hay, pero se nota lo que falta. Esta brecha puede interpretarse, sin embargo, como una señal de vitalidad: el interés está presente y abre espacio para reforzar los canales que lo alimenten de forma sostenida. 

Para entender por qué esta brecha persiste, conviene observar también cómo y por dónde circula la información científica en la vida cotidiana. La circulación de la información científica, por su parte, no ocurre solo en los medios. Ocurre también en casa, en el trabajo, en las redes informales. Las figuras que median entre la ciencia y la sociedad —profesores, divulgadores, médicos, periodistas— desempeñan un papel clave como traductores, intérpretes y validadores. Esta mediación no es neutral: quienes tienen mayor capital cultural no solo acceden a más información, sino que la reinterpretan con más autoridad. Así, la ciencia circula por canales que reflejan, y a veces reproducen, las desigualdades sociales. 

En este entramado, la alfabetización científica ocupa un lugar central, entendida no como erudición técnica, sino como capacidad para interpretar discursos basados en evidencia. No basta con conocer fórmulas; hace falta una caja de herramientas que permita distinguir entre una afirmación bien fundada y un tecnicismo vacío, entre una duda razonable y una falacia. Esa alfabetización tampoco está repartida de forma homogénea: depende de la trayectoria vital, del capital cultural, de las experiencias tempranas con la ciencia. Y esas desigualdades de base no solo afectan al acceso al conocimiento, sino también a su distribución y su legitimación social. 

La imagen pública de la ciencia que emerge de la encuesta es, en este sentido, matizada. Se reconoce su utilidad, su legitimidad, su capacidad para generar conocimiento riguroso. Pero también se interroga por sus límites, sus contradicciones y sus riesgos, en una muestra de pensamiento crítico más que de desconfianza. No se trata de una ciudadanía ingenua ni de una ciudadanía anticientífica: se trata de una ciudadanía crítica, capaz de valorar los aportes de la ciencia y al mismo tiempo de cuestionar sus usos, su financiación o su instrumentalización. La conciencia del riesgo no anula la confianza, pero la modula. De hecho, la desconfianza no suele dirigirse a la ciencia como tal, sino a las estructuras de poder que la condicionan. 

Esa misma actitud crítica y vigilante se traslada también a la participación ciudadana: se valora como principio, pero no siempre se traduce en prácticas activas o equitativas. En el plano de la participación, los datos revelan un desfase entre el deseo abstracto de implicación ciudadana y su ejercicio. Se valora la posibilidad de participar, pero se delega en los expertos; se reconoce la importancia de opinar, pero sin asumir un rol activo. Las experiencias participativas son limitadas y desiguales, y muchas veces, quienes más necesitarían participar son quienes menos recursos tienen para hacerlo. La participación, como la confianza, no se decreta: se construye. Y para ello es necesario crear condiciones de acceso igualitario, escucha real y respeto por las epistemologías sociales. 

Todas estas dimensiones confluyen en una cuestión clave: la confianza. Esta no es un bloque monolítico, sino una red de vínculos. Se confía en la competencia técnica de la ciencia, pero se duda de su independencia. Se valora el método científico, pero se cuestiona la neutralidad institucional. Se respetan los resultados, pero se sospecha de los intereses que los enmarcan. Esta tensión no es un problema en sí misma: es una forma saludable de vigilancia democrática. La confianza, cuando está bien fundada, no implica sumisión, sino comprensión crítica del modo en que opera la ciencia: sus ritmos, sus disensos, sus incertidumbres. Cuando la ciencia no ofrece respuestas inmediatas o cuando los expertos discrepan, esa sociedad no pierde la confianza, porque no la ha depositado en una promesa de infalibilidad, sino en un proceso orientado por la replicabilidad, la revisión y la transparencia. Y una sociedad que entiende eso está mejor preparada para convivir con la complejidad. 

En suma, la EPSCT 2024 no ofrece una única narrativa, sino muchas. No hay una sola manera de relacionarse con la ciencia desde la ciudadanía, ni una única forma de valorarla. Lo que emerge es una ecología crítica, en la que conviven adhesiones y reservas, reconocimiento y vigilancia, deseo de aprender y necesidad de cuestionar. Cultivar esa ecología implica reforzar la educación científica, pero también la humanística; fomentar la divulgación rigurosa, pero también la deliberación pública; promover el acceso al conocimiento, pero también la capacidad de interpretarlo críticamente. Solo así será posible un contrato verdaderamente democrático entre ciencia y sociedad, donde conocer, confiar y participar no sean privilegios, sino derechos compartidos.

Declara no tener conflicto de interés
ES

Carmelo Polino -EPSCT 2024

Carmelo Polino

Profesor permanente en el departamento de Filosofía, Universidad de Oviedo

Science Media Centre España

Las encuestas de percepción social de la ciencia y la tecnología son instrumentos que tienen las políticas públicas de ciencia y tecnología para entender las expectativas o temores de la sociedad en relación con el desarrollo científico-tecnológico y formular, en consecuencia, políticas de comunicación que permitan acerca la ciencia a la sociedad mediante la promoción de una cultura científica ciudadana. 

La Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología 2024, elaborada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), refuerza así su papel como instrumento sólido y longevo para analizar las actitudes ciudadanas hacia la ciencia y la tecnología en España. Con una serie histórica iniciada en 2002, este estudio permite detectar cambios longitudinales en el interés, la confianza o en las estructuras de las actitudes hacia la ciencia y la tecnología. Pero también compararse con tendencias internacionales mediante indicadores compatibles con encuestas como el Eurobarómetro, los datos recopilados en Science and Engineering Indicators de EE UU, o diferentes encuestas aplicadas en el ámbito de los países de América Latina. 

Los resultados de la edición 2024 muestran una ciudadanía generalmente interesada en la ciencia y con una confianza elevada en las instituciones y en las profesiones científicas, aunque también con una demanda clara de mayor conexión social. Persiste una brecha estructural entre interés e información percibida, lo que se nota tanto en relación con la ciencia y la tecnología en general, como en temas de medio ambiente o medicina y salud. Este fenómeno no es exclusivo de España, pues se observa de forma recurrente en otros países europeos o latinoamericanos. En todo caso, refleja un reto para las políticas de comunicación social de la ciencia. 

La inclusión de temas como inteligencia artificial (IA) y cambio climático resulta especialmente oportuna. El estudio recoge posturas ambivalentes: la ciudadanía comienza a reconocer el uso cada vez más extendido de tecnologías basadas en IA, reconoce beneficios y, simultáneamente, expresa desconfianza respecto a su gobernanza, efectos laborales y protección de datos. En el ámbito climático, domina una preocupación generalizada por la gravedad del problema y su origen humano, aunque matizada por el escepticismo hacia la eficacia de las medidas institucionales y una demanda creciente de justicia distributiva. Son datos compatibles con enfoques teóricos que enfatizan la complejidad de las actitudes y rescatan tanto el papel de la importancia de la confianza como de la crítica informada en relación con los riesgos del desarrollo científico-tecnológico.  

En cuanto a los canales de información, se consolida el uso de medios digitales y redes sociales entre los jóvenes, al tiempo que los canales tradicionales (televisión, prensa, radio) mantienen una influencia significativa. La encuesta alerta sobre el impacto que estos canales tienen en la confianza. Así, un desafío clave para la salud democrática se vincula con la diferencia de visiones sobre la actividad científica entre quienes se informan mediante fuentes oficiales o especializadas (con visiones más favorables) y quienes recurren a medios informales como redes o canales de mensajería (con visiones tendencialmente más críticas). 

Es importante también resaltar que los resultados muestran diferentes brechas sociales, con línea con las evidencias acumuladas en la serie temporal. Por ejemplo, la generacional o socioeconómica en relación con el interés, el acceso a la información, o las oportunidades de participación cultural (visitas a museos de ciencias, por ejemplo). La cultura científica es asimétrica y, en muchos sentidos, un reflejo de las desigualdades sociales y de las mayores dificultades que experimentan los grupos sociales más desfavorecidos.   

Es cierto, finalmente, que entre las limitaciones de los estudios demoscópicos caben destacar los efectos esperables del sesgo de autoinforme y la dificultad para captar opiniones más complejas a través de formatos cerrados. Sin embargo, el diseño bienal, la amplitud temática y la segmentación sociodemográfica refuerzan la robustez y utilidad de los resultados. Las implicaciones son claras: para fortalecer el vínculo entre ciencia y sociedad, no basta con aumentar la financiación o la producción científica.  

La aplicación continuada de la encuesta ratifica que es imprescindible mejorar la comunicación pública, reforzar la cultura crítica, promover la participación ciudadana en la gobernanza del conocimiento y atender activamente las tensiones éticas y políticas que emergen en torno a la ciencia. Pues quizás uno de los mayores hallazgos es la demanda creciente de una ciencia más accesible, transparente y orientada al bien común. Resulta significativo que, aunque se valora positivamente a las universidades, los hospitales y los centros públicos de investigación, es una proporción menor de la población (37 %) la que cree que los científicos tienen en cuenta a la ciudadanía en sus investigaciones.  

La encuesta, en resumen, perfila una ciudadanía que valora y confía en la actividad científica. Es significativo que se mantenga un amplio consenso sobre la importancia de invertir en I+D. No obstante, la ciudadanía espera más diálogo, mejor comunicación y una mayor implicación social por parte de sus actores. Se reclama, en suma, una ciencia con rostro humano, comprensible y con mayor responsabilidad social. La encuesta de FECYT es una herramienta clave para orientar políticas públicas de ciencia y tecnología que respondan a estas inquietudes de la sociedad. 

No declara conflicto de interés
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Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología 2024
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