Más de dos terceras partes de la ciudadanía española piensa que la inteligencia artificial presenta un riesgo muy alto o alto de que seamos manipulados con nuestros datos por empresas o gobiernos. No obstante, algo más un tercio cree que la inteligencia artificial repercutirá en mejorar la calidad de los servicios públicos y empresas. Son algunos de los resultados recogidos en la edición de 2022 de la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología que publica hoy la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), realizada a más de 6.000 personas con entrevistas presenciales repartidas por las 17 comunidades autónomas.
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Ana Muñoz - encuesta FECYT
Ana Muñoz van den Eynde
Científica titular de Organismos Públicos de Investigación y responsable de la Unidad de Investigación en Ciencia, Tecnología y Sociedad del CIEMAT
La presentación de los resultados de la edición 2022 de la Encuesta de Percepción Social de FECYT es una muy buena noticia, pues refleja que se mantiene la serie iniciada en 2002. Hasta donde sé, solo la General Social Survey de EEUU mantiene una periodicidad similar. Hay otras encuestas sobre percepción de la ciencia como, por ejemplo, los Eurobarómetros a nivel de la Unión Europea, o la PAS (Public Attitudes to Science) en Reino Unido, pero no se realizan de manera regular. Por otro lado, dadas las dificultades cada vez mayores para realizar encuestas en formato presencial, que la muestra incluya más de 6.000 entrevistas domiciliarias es altamente positivo.
Hay tanta información disponible, que resulta difícil centrarse en algún aspecto concreto. No obstante, creo que el interés merece un poco de atención. Es un constructo motivacional que se dirige siempre hacia algo (el objeto del interés) y refleja un deseo de saber más sobre esa cuestión. Es de los elementos que se suele incluir siempre en las encuestas de percepción social de la ciencia. Y la manera más habitual de medirlo es con la pregunta general: ¿hasta qué punto está interesado/a por la ciencia? Los resultados que se obtienen son siempre positivos. En la edición de 2022, un 47 % de la muestra manifiesta estar muy o bastante interesada en la ciencia y la tecnología cuando se pregunta directamente por esta cuestión y un 22 % dice que está poco o nada interesado. Se observa también una tendencia creciente y sostenida desde 2004. Sin embargo, responder afirmativamente a esta pregunta, una vez que el tema pasa a primer plano en la mente de quien responde, es sencillo. Y socialmente deseable. En cambio, FECYT incluye desde hace tiempo una pregunta para medir el interés informativo. Es una pregunta abierta, en la que no se explicita ningún tema de antemano y se da la opción de mencionar tres. Un 12,3 % de las personas encuestadas ha mencionado la ciencia y la tecnología en alguna de las tres opciones. A diferencia de lo que ocurre con el interés general, el interés informativo creció en cada una de las ediciones hasta alcanzar un máximo en 2018. A partir de ese año se observa una tendencia decreciente. Para poner en contexto el dato de la pregunta general, no podemos ignorar los indicios de que hay una baja implicación con la ciencia y la tecnología en la población. Una de las razones para no realizar actividades relacionadas con la ciencia y la tecnología, mencionada por el 31,8 % es, precisamente, la falta de interés. También hay un 13,4 % que dice que “No es para mí”. Por otro lado, el 40 % dice que no está interesado en involucrarse en la toma de decisiones sobre cuestiones científicas. Un 18,7 % afirma que le gustaría que los y las ciudadanas se implicaran, pero no quiere hacerlo personalmente.
En la literatura sobre la investigación con encuestas se ha encontrado de manera repetida que las respuestas que se obtienen dependen mucho de las preguntas que se hacen y de cómo se hacen. Las encuestas de percepción social presentan una visión positiva de la ciencia en sus preguntas, por lo que obtienen una visión positiva de ella en las respuestas. En las investigaciones que realizamos en la Unidad de Investigación en Ciencia, Tecnología y Sociedad (UICTS) del CIEMAT hemos encontrado un panorama diferente. En 2019 hicimos un estudio en el que reclutamos a los participantes mediante una campaña de publicidad en Facebook que nos permitió identificar un grupo pequeño, pero muy consistente, de personas con una actitud muy negativa hacia la ciencia. Vimos, además, a través de los comentarios que generó el estudio, que las personas con actitud negativa se esforzaban mucho por dar a conocer su opinión.
En un estudio realizado en 2022 hemos encontrado que la prevalencia de la actitud de rechazo a la ciencia es baja (en torno al 3 %), pero hemos encontrado también que más de la mitad de la muestra mostraba una actitud poco positiva hacia la ciencia, muy condicionada por el rechazo a una visión instrumentalizada de esta actividad. Hemos encontrado también que la percepción de que la ciencia es un instrumento económico y político afecta negativamente a la percepción de la ciencia como fuente de conocimiento. Tenemos la hipótesis de que este resultado se debe, al menos en parte, al discurso público sobre la ciencia, en el que predominan dos marcos de referencia opuestos, pero igualmente contraproducentes: uno centrado en la ciencia como fuente de crecimiento y progreso económico (visión instrumental) y otro centrado en la leyenda de que es infalible. El primero se traduce en la imagen de que la ciencia está manipulada. El segundo genera expectativas poco realistas, que pueden deteriorar la imagen de la ciencia cuando no se pueden cumplir. Al mismo tiempo, se dedica poco espacio a hablar de la naturaleza de la ciencia, de cuáles son sus procesos. Como resultado, frases como “La ciencia se equivoca” o “Las respuestas de la ciencia son provisionales”, que diseñamos pensando que reflejarían la visión de la ciencia como fuente de conocimiento, actúan en realidad como indicadores de actitud negativa.
En este contexto, es interesante destacar cómo el 60,5 % de las personas que han respondido a la encuesta de FECYT considera que la información científica que recibe es superficial y el 76,7 % considera que es insuficiente. Este dato resulta algo contradictorio si volvemos a pensar en las personas que dicen tener interés informativo por la ciencia. Es una cuestión que habrá que seguir estudiando con detalle, lo mismo que tratar de identificar qué se esconde detrás de las respuestas a la pregunta general sobre el interés por la ciencia. En los análisis que hemos realizado en la UICTS hemos encontrado que no tiene poder explicativo, es decir, no sabemos en qué piensa la gente a la hora de responder. Probablemente, en cosas muy diferentes.
Conflicto de interés: “He formado parte del Grupo de Expertos que diseña el cuestionario de la Encuesta de FECYT para las ediciones de 2014, 2016 y 2018. He participado en las publicaciones de FECYT con análisis detallados de los datos de la Encuesta de FECYT en las ediciones de 2008 a 2016. He recibido financiación de FECYT en las ediciones de 2013 y 2020 de la Convocatoria de Ayudas para el Fomento de la Cultura Científica, Tecnológica y de la Innovación de FECYT”.
Igor Sádaba - encuesta FECYT
Igor Sádaba Rodríguez
Profesor del Departamento de Sociología: Metodología y Teoría de la Universidad Complutense de Madrid
Nos encontramos ante un estudio bien fundamentado y desarrollado por un grupo de expertos/as en la materia. La encuesta es excelente en términos de tamaño muestral, rigurosidad metodológica y aportaciones. Trabajar con muestras amplias (más de 6.000 personas) en territorio nacional, con un diseño bien construido y un error estadístico bajo (+- 1,29%) no es habitual salvo para unas pocas instituciones (CIS e INE) o grandes empresas demoscópicas. No obstante, sabemos que toda encuesta, en tanto trabaja con muestras (subpoblaciones representativas), tiene dicho margen de error que, aunque sea reducido, es inevitable y nunca es cero. Por ello, los datos y las estimaciones deben leerse teniéndolo en cuenta. Por otra parte, hay también un posible sesgo generado no tanto por un mal diseño metodológico como por el momento que vivimos donde los temas científicos generan posiciones, a veces, demasiado polarizadas, maximalistas o intensas. Tras el paso de la pandemia ahora muchas posturas en torno a temas científicos (cambio climático, por ejemplo) se han posicionado de manera algo extremista o emocional y se han politizado. Ese efecto está presente en todos los estudios de opinión pública actuales.
Hay muchos datos o resultados que merecerían la pena comentarse de la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología 2022. Desde mi punto de vista y, de una manera muy personal, me llama la atención que la ciencia no suscita mucho interés (11º lugar) y la enorme cantidad de gente que dice que no dedica más tiempo a cuestiones de ciencia y tecnología por falta de tiempo (54 %) o por desconocimiento (33 %) o interés (32 %). Las barreras para acercarse al universo científico son variadas, pero normalmente acabamos delegando su estudio en expertos/as y nos facilita poder decir que tenemos otras cosas que hacer o que, como legos, carecemos de destrezas suficientes. La ciencia termina siendo paradójica porque se reconoce vital (2/3 perciben sus beneficios) pero no se atiende personalmente; suele ser algo que se considera imprescindible pero delegable.
También me sorprende sobremanera, en las cuestiones sobre alfabetización y conocimiento científico que el nivel de la población española se sitúa en un lugar diría intermedio, por no mencionar regular. Es decir, sigue habiendo muchos temas en los que los/as españoles no saben responder adecuadamente a cuestiones de ciencia básica. Las causas del cambio climático o la utilidad de los antibióticos parecen ser los temas en los que la población española tiene mayor ignorancia o poca puntería. Y son dos temas de actualidad que dejan casi a uno de cada cuatro españoles/as sin conocimiento o sin capacidad de respuesta adecuada. Es una asignatura pendiente la formación en ciencia y tecnología para mejorar este tipo de pruebas.
Finalmente, hay un dato bastante llamativo. Preguntada la muestra sobre los medios de información científica, las redes sociales bajan por primera vez en la serie histórica como fuente de dicha información. Es decir, por primera vez en muchos años, las redes sociales no aumentan su presencia a la hora de que la población busque datos científicos en ellas. No tengo claro si se debe a una especie de tope o techo de crecimiento de las redes o a un intento de evitar fuentes de información científica dudosa. Eso sí, las redes sociales bajan y dejan su lugar a "videos" (YouTube o similares) cuya veracidad y precisión no siempre es la mejor o correcta. Los canales visuales (nuevas televisiones digitales) parecen ser ahora la primera fuente de información científica de la población española, una vía sin filtro ni reglamentación donde abundan miradas muy heterodoxas y, en ocasiones, conspiranoicas.
Este trabajo viene a mostrar, tal y como reflejan los estudios internacionales más punteros y solventes, que la ciencia sigue siendo uno de los pilares básicos de la vida social actual. Constituye una auténtica institución colectiva, valorada y confiada, central para el desarrollo de nuestras sociedades contemporáneas. Sin embargo, a la vez, sirve para detectar que, tras la covid-19 principalmente, han surgido y emergido una serie de sentimientos de desconfianza y malestar respecto a la práctica científica. Esta sombra de sospecha, que siempre ha existido, es más grande que nunca actualmente no tanto por carencias de la profesión científica como seguramente por expectativas sobredimensionadas, mala comunicación científica y una galaxia de bulos y fakes desorbitados recorriendo las redes digitales y los repositorios audiovisuales de Internet. De hecho, aunque los médicos salen bien parados en la parte de valoración (70 % muy valorados), los científicos en un sentido general no (47 % muy valorados), casi 20 puntos porcentuales por debajo.
No tiene limitaciones importantes porque es un estudio bien diseñado, conducido y rematado. De hecho, al seguir una serie histórica de varios años de encuestas bianuales permite comparar la evolución y las dinámicas temporales que es quizás lo más relevante. Lo que sí cabe comentar es que quizás estamos aún en la resaca de la covid-19. El efecto de la pandemia ha sido un shock excesivo, lo que genera una especie de aturdimiento y estrés postraumático que deja huellas en estos estudios. Seguramente hay algún efecto del momento en ciertos resultados en los que todavía existen muchas personas con la covid-19 en la memoria reciente (covid mental permanente). Hasta qué punto eso puede condicionar o sesgar un poco algunas respuestas no lo sabremos hasta ver cómo evolucionan los datos los próximos años. Pero sí que es cierto que vivimos un momento postpandemia acuciados por guerra, cambio climático y crisis económica, y todo eso influye.
Conflicto de interés: en el pasado participó en el análisis de una edición de la encuesta.
Carolina Moreno - encuesta FECYT
Carolina Moreno-Castro
Catedrática de Periodismo e investigadora de POLIBIENESTAR, en la Universitat de València
La Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología (EPSCYT) 2022 de FECYT resulta un instrumento de gran valor social que permite a académicos y a gestores institucionales comprobar, cada dos años, los patrones y tendencias que se producen en la percepción social de la ciencia y la tecnología de la población española. Estos resultados son sin duda una joya para los investigadores sociales, al mismo tiempo que un excelente barómetro para analizar si algunas políticas públicas relacionadas con la ciencia y la tecnología están permeando en la sociedad española, si hay resistencia a ellas o si hay falta de conocimiento, como podría ser en temas de actualidad como la vacuna frente a la covid-19, la inteligencia artificial o el big data. A lo largo de los años, la encuesta se ha ido adaptando a nuevas realidades, tanto en la diversidad, convirtiéndose en una muestra inclusiva de la realidad española, como en el diseño del cuestionario, que siempre está abierto a incorporar nuevas preguntas, en función de la deriva social, adaptándose a los nuevos retos temáticos de la era digital y pandémica.
Bajo mi punto de vista, haber recogido en la EPSCYT 2022 los diferentes argumentos por los que las personas vacunadas frente a la covid-19 no se pondrían una dosis de refuerzo ha sido todo un acierto (“no procede”, “ya no es tan grave”, “por efecto de la dosis anterior”, “por tener riesgos para la salud”, “por creer tener bajo riesgo de contagio”, “porque cree que no es eficaz”, “por miedo/desconfianza”, etc.) y, probablemente, habría habido aún respuestas más sorprendentes si la pregunta hubiera sido abierta, dejando que cada participante hubiera contestado espontáneamente; aunque soy consciente de la complejidad que supone el reagrupamiento de las respuestas para su análisis. No obstante, destaco esta pregunta porque las respuestas de las personas entrevistadas sitúan la actitud y la percepción ciudadana ante un acontecimiento novedoso en el que no basta solo saber por qué hay una toma de decisión contraria frente a una actuación en salud pública, sino conocer el porqué de cada una de personas, para hallar patrones similares que partirán de sentidos diferentes pero que finalmente llegarían a un punto común de actitud, que sería no ponerse una dosis de refuerzo.
En relación con el volumen de datos que arroja la encuesta, uno de los que más me sigue llamado la atención a día de hoy es el relacionado con la carrera científica del personal de investigación de universidades y organismos públicos. Las personas entrevistadas siguen valorando la carrera científica con “Una mala remuneración económica” (61,7 %), “Un escaso reconocimiento social” (62,7 %) y “Sin estabilidad laboral” (61,8 %). Conocer estos datos me sigue generando un gran malestar porque en los equipos de investigación tenemos incorporadas a personas que están en programas de formación para realizar sus tesis doctorales y suelen estar bastante desmotivadas, ya que no ven fácilmente el horizonte su salida profesional. Los datos corroboran que esta percepción es compartida por las personas entrevistadas ajenas al mundo de la investigación.
Para finalizar, sí que he echado en falta en esta EPSCYT 2022 que se hubiera incorporado alguna pregunta sobre desinformación, ya que medir la percepción de los discursos de ciencia frente al interés individual arroja datos sumamente interesantes y muestra una realidad objetiva: la falta de información en la mayoría de las temáticas relacionadas con ciencia, salud, medio ambiente, tecnología, entre otras. Así pues, también sería interesante cuando se habla de los medios, redes y plataformas por los que se informan de ciencia las personas entrevistadas, haber introducido algunas preguntas sobre desinformación, que habrían sido de gran interés, dado el volumen de la muestra. En todo caso, es muy de agradecer, tanto a la FECYT como a todo el equipo técnico de la encuesta, que se continúe con el compromiso de arrojar estos datos que están constituyendo una serie histórica en España y que tiene un valor esencial para muchas investigaciones en ciencias sociales.
Conflicto de interés: aunque la autora no ha participado en esta encuesta, en ninguna de sus fases, declara conflicto de interés con la FECYT ya que forma parte del Consejo Asesor de la Fundación y ha participado en otras encuestas y en la elaboración de otros informes, a través de contratos de transferencia de conocimiento a la sociedad.
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