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El cambio radical que se necesita para salvar Doñana, remanso de las aves europeas

El ecólogo británico Andy Green llegó a Doñana hace tres décadas inspirado por la fama internacional y la biodiversidad de estas marismas, punto de encuentro anual para millones de aves acuáticas migratorias. Hoy es uno de los investigadores de cinco países que alertan “con urgencia” de que la extracción de aguas subterráneas y los cultivos de fresas “amenazan gravemente” Doñana.

17/06/2022 - 09:14 CEST
aves en Doñana

Aves en Doñana. /Héctor Garrido

Doñana es mundialmente conocida por sus marismas y otros humedales. Aunque la gente suele asociarla con los linces y las águilas imperiales, destaca especialmente por sus aves acuáticas migratorias, y alberga más anátidas invernantes (patos y gansos) que cualquier otra región de Europa. Su importancia para las aves acuáticas fue fundamental para una campaña internacional que llevó a su protección en 1963, y fue la razón por la que me trasladé a la zona desde el Reino Unido hace 30 años.

Mi esperanza era llevar a cabo una investigación que pudiera contribuir a nuestra comprensión de la asombrosa biodiversidad de Doñana y cómo conservarla. Desde que llegué, el estatus de protección de Doñana ha aumentado sobre el papel, convirtiéndose en Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1994. Además, el área del Parque Nacional ha sido ampliada en varias ocasiones Sin embargo, la triste realidad es que he visto como el estado de conservación de los humedales se ha deteriorado en las últimas tres décadas.

Una causa fundamental del declive es que, si bien las marismas naturales en sí están estrictamente protegidas, las cuencas vertientes que las abastecen de agua no lo están. En esta zona de captación el uso del suelo ha cambiado drásticamente, con la intensificación de los usos agrícolas y urbanos que quitan agua a las marismas y contaminan la que queda.

La agricultura intensiva en torno a las marismas priva a las marismas de un aporte vital de agua, y contamina la que queda con fertilizantes

Las imágenes de satélite muestran cómo la superficie de los invernaderos que cultivan fresas y otras frutas sedientas alrededor de las marismas se quintuplicó entre 1995 y 2016, hasta superar los 5 km2.Estos cultivos se alimentan de aguas subterráneas, a menudo procedentes de pozos no autorizados, lo que hace que el nivel freático descienda por debajo de su nivel natural. 

Como resultado, las aguas subterráneas ya no alimentan tanto como antes a la Rocina y los otros arroyos que desembocan en las marismas de Doñana. Esta agricultura intensiva también depende de grandes aportes de fertilizantes, una parte de los cuales se vierten en las aguas subterráneas y luego en los arroyos. El resultado es que tanto la cantidad como la calidad del agua han disminuido en las marismas.

Ecólogos de Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Reino Unido y España piden en una revista científica internacional al Gobierno andaluz que tome medidas 

La urgencia de esta situación ha llevado a investigadores de cinco países a alertar de que la extracción de aguas subterráneas supone una amenaza extrema para el Patrimonio Mundial de Doñana en una publicación en una revista científica internacional de primer orden. Los ecólogos, de Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Reino Unido y España instan a la Junta de Andalucía a tomar medidas para reducir la extracción de agua subterránea.

En las últimas décadas, la calidad del agua de muchos ríos europeos ha mejorado, ya que los residuos urbanos se han tratado con mayor eficacia y las industrias sucias se han saneado o trasladado a otros continentes. En cambio, en los arroyos Rocina y Partido, que desembocan en las marismas de Doñana en El Rocío, la investigación halla que la calidad es ahora asombrosamente mala, con altas concentraciones de contaminantes como amoníaco y nitritos, que superan los límites de tolerancia para cualquier especie de pez. 

Las aguas residuales urbanas de las poblaciones del entorno de Doñana son parte del problema, ya que muchas de sus depuradoras de aguas residuales no cumplen las directivas de la UE. En comparación con otras zonas de España, se han hecho pocos esfuerzos para tratar las aguas residuales urbanas en las zonas del entorno de Doñana. 

La gestión se ha centrado en aves y mamíferos, que no son indicadores sensibles de la calidad del agua; quizás por eso el agua de las marismas lleve décadas empeorando sin que haya habido grandes protestas

Deberíamos esperar, o incluso exigir, que el agua fuera convenientemente tratada para asegurar su buena calidad antes de su entrada en Doñana, un sitio Patrimonio Mundial de la UNESCO. Pero la realidad es que ahora son las propias marismas de Doñana las que tratan las aguas residuales procedentes de la zona de captación. Las plantas emergentes, como la castañuela Bolboschoenus maritimus, desempeñan un papel importante en ello, al igual que los filtros de juncos y espadañas en plantas de tratamiento de aguas residuales de todo el mundo.

Esta degradación tiene consecuencias evidentes. Los brotes de algas tóxicas (cianobacterias) son ahora un espectáculo habitual y deprimente, incluso en abril. El fósforo extra introducido en las marismas ha permitido que éstas sean colonizadas por el helecho flotante invasor Azolla filiculoides desde 2001. Muchas especies de invertebrados y plantas sensibles han desaparecido de las zonas afectadas. Sin embargo, la gestión de las zonas protegidas siempre se ha centrado en las aves y los mamíferos, que no son indicadores sensibles de la calidad del agua, y esto puede explicar en parte cómo se ha producido tal pérdida de calidad del agua durante décadas sin grandes protestas.

Otra explicación puede estar en la catástrofe de la mina de Aznalcóllar de 1998, que contaminó el río Guadiamar con lodos con metales pesados. Se hicieron grandes esfuerzos para limpiar y restaurar el Guadiamar al noreste de Doñana. Pero, al mismo tiempo, las autoridades y científicos hicieron oídos sordos a la degradación de la Rocina y otros arroyos del noroeste. El resultado es que, paradójicamente, la calidad del agua del Guadiamar es ahora mucho mejor que la del Rocina, cuando antes de la catástrofe de 1998 ocurría lo contrario. 

El cambio climático traerá más calor y menos lluvias, lo que amenazará aún más el suministro de agua para Doñana

Esta preocupante situación se agrava aún más por el cambio climático en curso. El aumento de las temperaturas y de la evaporación, unido a las previsiones de reducción de las precipitaciones, supondrá una mayor presión sobre el suministro de agua para Doñana. El aumento de las temperaturas también favorece la aparición de cianobacterias.

La buena noticia es que podemos compensar directamente estos efectos con medidas de gestión. Si actuamos ahora para reducir la extracción de agua subterránea, y para disminuir los aportes de nutrientes a Doñana, las marismas serán más resistentes al cambio climático. Pero para ello, necesitamos un cambio de actitud radical por parte de las autoridades, para poner a Doñana en primer lugar y salvar uno de los ecosistemas más icónicos del mundo.

Andy J. Green, profesor de investigación en la Estación Biológica de Doñana

 

 

 

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