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Ana Belén Caminero

Coordinadora del grupo GEEMENIR (Grupo de Estudio de Esclerosis Múltiple y Enfermedades Neuroinmunológicas Relacionadas) de la Sociedad Española de Neurología y jefa de Sección de Neurología del Complejo Asistencial de Ávila

Este estudio es el resultado de una investigación llevada a cabo a lo largo de muchos años por un grupo de investigadores de la Universidad de San Francisco en California (UCSF) y el centro de investigación biotecnológico (Biohub) Chan Zuckerberg de la misma ciudad. El propósito inicial fue descubrir agentes causales de la esclerosis múltiple (EM), una enfermedad neurológica crónica que afecta al sistema nervioso central (SNC, que incluye cerebro, médula espinal y nervios ópticos) que se supone mediada por el sistema inmune (autoinmune). La EM causa desmielinización y daño axonal, originando síntomas muy variados.  

Para ello, utilizaron una tecnología biológica compleja (‘librerías de expresión de fagos’) que les permitió estudiar más de 10.000 proteínas presentes en el cuerpo humano para detectar qué anticuerpos —o grupos de anticuerpos— presentes en la sangre de estas personas con EM son los que están dañando o atacando a estructuras de su SNC y produciendo la enfermedad —comportándose, por tanto, como autoanticuerpos—. 

Una de las principales fortalezas de este estudio es que las muestras de sangre/suero de estos sujetos procedían del depósito de sueros del departamento de defensa de los Estados Unidos, que almacena muestras de más de 10 millones de militares estadounidenses. De todos ellos, 250 sujetos desarrollaron una EM con posterioridad a lo largo de los años. Y lo que se pudo ver es que un 10 % de estas personas con EM tenían y compartían un conjunto o grupo específico de anticuerpos en su sangre, ya años antes de desarrollar la enfermedad. Dichos anticuerpos, además, eran muy similares a los que se desarrollan en el transcurso de infecciones producidas por microorganismos que afectan muy frecuentemente al ser humano, entre los que se encuentra el virus de Epstein Barr (VEB), que ya se ha relacionado en muchos estudios previos con la EM.  

Se deduce nuevamente de este estudio que el sistema inmune de las personas con EM confunde las proteínas de este virus con las de su propio SNC y las ataca, produciendo los síntomas de la enfermedad. Esto se debe a que el VEB —y posiblemente también otros virus— contengan secuencias de proteínas similares a algunas proteínas presentes en el SNC. 

Para este tipo de conclusiones, no es posible llevar a cabo estudios aleatorizados (que suponen el máximo nivel de evidencia posible de resultados en salud), así que se realizan lo que se conoce como ‘experimentos naturales’: estudios longitudinales de casos incidentes de EM. Además, estos datos se confirmaron en otra cohorte de pacientes y hay plausibilidad biológica para que sean creíbles. También se ha podido descartar causalidad inversa (en este caso, se ha considerado altamente improbable que sea la EM la que predisponga a los individuos con esta enfermedad a contraer la infección por el VEB). 

Este estudio encaja perfectamente con los resultados de estudios previos. En primer lugar, existe un periodo presintomático o preclínico de esta enfermedad, de varios años de duración, durante el cual el paciente aún no tiene los síntomas típicos de la EM, pero sí otros síntomas más inespecíficos, prodrómicos, durante los cuales puede ya estar desarrollándose un proceso inflamatorio dentro del SNC. No obstante, son muy pocos los pacientes a los que se hace el diagnóstico de la enfermedad en estas fases. Por otro lado, permite consolidar la importancia del VEB en el desarrollo de la EM. Hace dos años, se publicó otro gran estudio que demostró también en la misma cohorte de militares estadounidenses, que el riesgo de EM aumenta 32 veces después de la infección por el VEB y no después de otros virus que se transmiten de forma similar, como el citomegalovirus. Es hoy por hoy el factor de riesgo más importante y consolidado. 

La consecuencia más importante de esto es que, con el estudio de esta huella inmunológica, se podrían detectar sujetos en riesgo de desarrollar una EM en los años siguientes para iniciar los tratamientos modificadores de la enfermedad de la manera más precoz posible e implementar todas aquellas medidas encaminadas a evitar el acúmulo de discapacidad. Por otro lado, y de forma preventiva, el desarrollo de una vacuna efectiva frente al VEB podría potencialmente prevenir esta enfermedad, si se aplica antes de que el sujeto haya resultado infectado por el virus. Además, los resultados de esta investigación abren nuevos caminos para mejorar los resultados en salud de los pacientes con EM.

ES