Fernando Valladares
Doctor en Biología, investigador del CSIC y profesor asociado en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
El World Weather Attribution (WWA) ha realizado un brillante estudio sobre la devastadora ola de incendios asociada a una ola de calor extremo que ha tenido lugar el verano de 2025 en España y Portugal. El estudio resume el impacto (casi 400.000 hectáreas quemadas, el 3% del país en el caso de Portugal, al menos 8 fallecidos), analiza su carácter extremo y anómalo (por ejemplo, una ola de calor de estas características solo tendría lugar una vez cada 2.500 años en situaciones normales, y ahora se espera que ocurra una cada solo 13 años) e investiga la contribución del cambio climático a esta combinación de calor extremo y fuegos devastadores. De hecho, esta es la principal contribución del estudio, lo que se conoce como un estudio de atribución: estimar cuantitativamente la relación entre el cambio climático, la ola de calor y los incendios. Los resultados son claros y muy significativos: las condiciones meteorológicas propicias para incendios intensos son ahora unas 40 veces más frecuentes y alrededor de un 30 % más intensas en comparación con el clima preindustrial y la ola de calor de diez días fue 200 veces más probable y 3 °C más calurosa debido al cambio climático.
Es muy importante entender tanto el significado estadístico de un estudio de atribución (no es una simple correlación, ni mucho menos una opinión informada, sino un complejo análisis matemático basado en simulaciones y modelos que arrojan probabilidades) como la extraordinaria contribución del cambio climático al calor extremo y sostenido en agosto y a los incendios extensos e intensos.
El estudio debe impulsar medidas igualmente extraordinarias por parte de gobiernos, sector privado y ciudadanía para adaptarnos con urgencia al nuevo clima y a los extraordinarios riesgos de incendio que cada vez afectan a más personas. Y debe hacernos establecer acuerdos entre todos los sectores, fuerzas políticas y las administraciones públicas para hacer frente de forma conjunta y coordinada estas catástrofes y para evitar que siga aumentando su frecuencia en el futuro. Algo que tiene nombre y que lleva 40 años proponiéndose por la comunidad científica: mitigación y adaptación al cambio climático. Algo, la mitigación, que implica, en primera instancia, reducir emisiones de gases de efecto invernadero y disminuir drásticamente el uso de combustibles fósiles.