Javier Fernández Menéndez
Profesor titular del departamento de Física de la Universidad de Oviedo y miembro del grupo de investigación FPAUO Física de Altas Energías
El descubrimiento del bosón de Higgs en 2012 por los experimentos ATLAS y CMS del CERN supuso la piedra de toque del marco teórico de la física de partículas que lleva reinando desde mediados del siglo XX: el modelo estándar. La ecuación escrita por Brout, Englert y Higgs en los años 60 que predecía la existencia de esta partícula pasó de ser una mera fórmula en una pizarra a un hito más en la historia de la ciencia. Y, aunque por aquellos años el ser humano ya había pisado la Luna, el hecho de que se tardase casi 50 años más en su descubrimiento, no ha sido más que fruto del avance de la tecnología y de la perseverancia de los físicos en su ansia de conocimiento de la naturaleza.
Esa perseverancia es la que lleva a retomar el arranque a una nueva energía del acelerador LHC que da comienzo ahora en el 10º aniversario del descubrimiento, con el fin de discernir nuevos misterios de los componentes más fundamentales del universo que la puerta del bosón de Higgs ha abierto: la materia oscura y la asimetría materia-antimateria, entre otros. No desfallecer es la clave: otros descubrimientos recientes como las ondas gravitacionales necesitaron de casi un siglo desde que la teoría de la Relatividad General de Einstein las predijo hasta la confirmación de su existencia.
Pero el solo hecho del poder aglutinador de naciones y culturas que tiene la Ciencia y, en particular, la de las grandes colaboraciones internacionales como el CERN, hace que merezca la pena el esfuerzo más aún si cabe en los tiempos que vivimos y quizá sirva de ejemplo para la paz entre los países y continentes.