Autor/es reacciones

Jesús Muñoz Pajares

Profesor titular del departamento de Genética de la Universidad de Granada

Es difícil negar que las actividades humanas están haciendo disminuir la biodiversidad. Tanto es así que cualquiera de nosotros puede citar el nombre de alguna especie que se encuentre en serio peligro de extinción o que ya haya desaparecido de la Tierra. El problema va mucho más allá de animales específicos y emblemáticos como el rinoceronte blanco o el gorila, o de grupos considerablemente amplios como las ranas o los insectos polinizadores. Este trabajo demuestra que la pérdida de biodiversidad asociada a la acción humana es evidente cuando se analiza el conjunto de todos los seres eucariotas del planeta (es decir, animales, plantas, hongos y cromistas o, lo que es lo mismo, todos los seres vivos excepto bacterias y arqueas). De las múltiples maneras en las que se puede medir la biodiversidad (por ejemplo, simplemente anotando la presencia o ausencia de una especie en un lugar determinado o, en su lugar, contando el número de individuos de esa especie en ese lugar) los autores han recurrido a la cuantificación de la diversidad genética. Es decir, han revisado decenas de miles de artículos y han elegido aquellos que estiman cuán variables son las secuencias de ADN de las especies estudiadas. Estas estimas de diversidad permiten, además, comparar dichos valores a lo largo del tiempo. De esta manera, los autores han observado que las pérdidas más importantes de diversidad genética se han producido en aves y mamíferos durante los últimos 30 años y han demostrado que las actividades humanas son las responsables de dicha tendencia negativa. 

Entre varios resultados que sugieren un porvenir incierto para los seres vivos de nuestro planeta, los autores demuestran que aún existe cierto margen para la esperanza. En primer lugar, porque los protocolos existentes para la monitorización de especies son eficaces y permiten identificar pérdidas de diversidad con la antelación suficiente como para tomar medidas. En segundo lugar, porque las acciones de conservación emprendidas para preservar regiones u organismos concretos realmente dan sus frutos. Es decir, que cuando se siguen las recomendaciones de los expertos es posible parar, o incluso revertir la pérdida de diversidad genética. Con los resultados aportados por estos investigadores podemos, por tanto, confirmar que sabemos que la biodiversidad está en peligro, que sabemos cómo monitorizarla y que sabemos cómo conservarla. La ciencia ha hecho su parte pero sigue reclamando acciones urgentes para poder salvar (al menos parte) de la fabulosa diversidad de la vida en la Tierra. 

ES