José Ignacio Linares Hurtado
Profesor del Departamento de Ingeniería Mecánica y director de la Cátedra Fundación Repsol de Transición Energética de la Universidad Pontificia de Comillas
El acuerdo tiene dos vertientes: una a nivel del gas y otra de la electricidad. La novedosa como tal es la de la electricidad, por la que Francia se compromete a aumentar las interconexiones eléctricas, algo que debería haberse producido ya hace años. En cuanto a la vertiente del gas, la novedad no es tal, pues ya existe desde hace tiempo la iniciativa European Hydrogen Backbone, consistente en una infraestructura para transporte de hidrógeno en toda la UE.
A nivel de hidroductos, está previsto que de los 53.000 km de la red (2040), el 60 % proceda de la reutilización del sistema gasista actual y el resto sean nuevas infraestructuras. El coste medio, incluyendo los equipos de compresión (que han de ser nuevos) se estima en unos 100.000 millones de euros, y supondrá unos costes de transporte de entre 0,15 y 0,22 €/kg por cada 1000 km. En la web de esta iniciativa ya figuraba el MidCat como nueva infraestructura, así como nuevos hidroductos submarinos (por ejemplo, uno entre Barcelona y el norte de Italia). Por tanto, el acuerdo ha supuesto cambiar el MidCat por BarMar, pero no deja de ser una infraestructura ya prevista. Lo que sí ha permitido el acuerdo ha sido, aparentemente, vencer las reticencias medioambientales francesas a cruzar los Pirineos.
Se trata, por tanto, de una infraestructura de futuro, para transportar hidrógeno verde, ya prevista a nivel europeo que se ha adaptado para resolver una restricción medioambiental. Temporalmente puede emplearse para llevar gas natural, pero los plazos que se manejan no son adecuados para que resuelva, ni tan siquiera parcialmente, el problema actual.