La ciencia ciudadana es una manera de hacer ciencia en la que se involucra al público general en alguna o en varias de las etapas del proceso de investigación. Existen distintas definiciones del término, pero si nos atenemos a la que aporta el Libro Blanco de la Ciencia Ciudadana de Europa, esta se refiere a la participación del público en general en las actividades de investigación científica cuando los ciudadanos contribuyen activamente a la ciencia, ya sea con su esfuerzo intelectual o con el conocimiento circundante o con sus herramientas y recursos.
Aunque podríamos decir que la ciencia ciudadana, o la participación de la ciudadanía en ciencia, siempre ha estado presente de alguna u otra manera, no es hasta hace unos años cuando esta manera de hacer ciencia se ha extendido por todo el planeta y ha cogido una envergadura hasta hace poco nunca vista, especialmente también por la gran facilidad de acceso a nuevas tecnologías y herramientas digitales. Así, actualmente nos encontramos con una gran cantidad de iniciativas, muchas de ellas exitosas y con un gran recorrido y potencial.
La nueva ley del sistema universitario dedica un artículo entero al fomento de la ciencia ciudadana y la ciencia abierta
Tanto es así, que hoy en día es incluso difícil ver políticas o estrategias científicas en las que no se mencione la ciencia ciudadana o la participación ciudadana en la ciencia. Por ejemplo, la nueva ley del sistema universitario dedica un artículo entero al fomento de la ciencia ciudadana y la ciencia abierta y en su preámbulo, establece: “necesitamos una Ciencia Abierta, que asuma ese conocimiento como un bien común, accesible y no mercantilizado, una Ciencia Ciudadana en la que se construya conocimiento de manera compartida, asumiendo la complejidad de la investigación de manera colectiva”. Y este no es un caso aislado, pues referencias parecidas encontramos por ejemplo también en la reforma de la ley de la ciencia. Pero, ¿puede ser que todo esto sea solamente una moda pasajera?
El Día Mundial del Mosquito que se celebra cada 20 de agosto es un buen momento para aterrizar esta pregunta y plantearnos si la ciencia ciudadana es o puede ser realmente una herramienta eficaz para el estudio y el seguimiento de mosquitos.
Mosquito Alert: insectos a golpe de clic
En España disponemos de una iniciativa con mosquitos vectores de enfermedades: el proyecto Mosquito Alert, coordinado, entre otras instituciones, por el CSIC, la UPF y el CREAF. Esta iniciativa, que tiene por objetivo, mediante ciencia ciudadana, estudiar y ayudar a controlar mosquitos invasores y vectores de enfermedades, nació como un pequeño proyecto piloto en 2013 en la provincia de Girona y actualmente es una iniciativa de ámbito internacional, principalmente con participación y actividad en España, Holanda e Italia.
Los mosquitos son pequeños insectos fácilmente reconocibles por la ciudadanía. Seguramente no despiertan grandes pasiones, como otros grupos de animales, pero forman parte de nuestra vida cotidiana, puesto que nos molestan y nos pican verano tras verano. Con la entrada del mosquito tigre en España, y con los recientes brotes del virus del Nilo occidental, estos insectos han ido también ganándose mala prensa por ser potenciales vectores de enfermedades.
La problemática asociada a los mosquitos vectores de enfermedades, como el mosquito tigre en España, no puede hacerse frente solo con la implicación de personal científico y administraciones públicas
Es por su pequeño tamaño y relativa facilidad para reconocerlos, por su relación con la salud pública, y por la dificultad en rastrearlos por todo el territorio, por lo que son especies objetivo interesantes para la ciencia ciudadana. Así, y gracias a las nuevas tecnologías, a internet o a las aplicaciones de teléfono móvil, cualquier persona puede actualmente reportar un hallazgo de estas especies o de sus interacciones con nosotros a través de picaduras, y poner a disposición una gran base de datos colectiva, tanto para el público general como para personal investigador y gestor.
En este caso, la ciencia ciudadana no solamente nos permite llegar a más lugares y más lejos, sino que nos posibilita desarrollar herramientas para hacer correr la voz: la problemática asociada a los mosquitos vectores de enfermedades e invasores, como sería el caso del mosquito tigre en España, no puede hacerse frente solamente con la implicación de personal científico y administraciones públicas. Para controlar su dispersión, y minimizar su presencia con el objetivo de reducir el potencial riesgo de trasmisión de enfermedades, es necesaria la participación de toda la sociedad.
Necesitamos datos, gestión en espacios públicos, pero también a una ciudadanía conocedora del problema, que aplique medidas preventivas y correctoras en sus hogares, patios, jardines y comunidades de vecinos: protección individual (mosquiteras, repelentes, etc.) y prevención activa (remover y controlar pequeños recipientes con agua estancada, principalmente).
Bases de datos abiertas y colaboración como motor de innovación
Es cierto que las iniciativas de ciencia ciudadana pueden llegar a ser costosas y complejas de implementar y mantener, pero también aportan numerosos beneficios. En el caso de los mosquitos, ya se había demostrado, incluso antes de la aparición de la ciencia ciudadana, que varias detecciones de estas especies se producían por alertas ciudadanas: una llamada de teléfono de un vecino preocupado o un email a una consejería con la misteriosa foto de un mosquito que pica en horas nunca vistas. Pero es con la estandarización de estas alertas mediante la ciencia ciudadana que podemos empezar a obtener grandes bases de datos, automatizadas y en casi tiempo real, o alertas centralizadas.
Aunque, en ningún caso, la ciencia ciudadana sustituye a la investigación “no ciudadana”, iniciativas como Mosquito Alert han permitido centralizar y aunar una colaboración más allá de la ciudadanía, y generar nuevos campos de investigación: actualmente, Mosquito Alert aglutina a más de 60 personas expertas en entomología que ayudan a validar los datos ciudadanos y colaboran en la detección y seguimiento de nuevas alertas, participando en lo que podríamos llamar una nueva rama de la entomología, la entomología digital. Paralelamente, gestores de salud pública y/o empresas pueden utilizar los datos generados para sus acciones de seguimiento y control, especialmente en zonas urbanas.
La gran cantidad de fotografías ciudadanas de mosquitos está permitiendo desarrollar metodologías basadas en Inteligencia Artificial que permiten mejorar la validación de los datos
Las grandes bases de datos generadas están permitiendo estudiar aspectos como la fenología de estas especies (esto es, su estacionalidad o posible relación con el clima) o incluso elaborar modelos predictivos. Y la gran cantidad de fotografías ciudadanas de mosquitos obtenidas está permitiendo desarrollar metodologías y algoritmos basados en la Inteligencia Artificial que permitan mejorar la validación de los datos ciudadanos y nos acerquen cada vez más a una validación lo más fiable posible en casi tiempo real. Todo ello es un ejercicio de innovación que nos puede preparar frente a futuros brotes de enfermedades.
El último de estos retos ha sido la inclusión formal —más allá de las políticas de ciencia que comentábamos al inicio— en estrategias y política pública sectorial. Así, este verano, la iniciativa Mosquito Alert ha recibido el soporte del Ministerio de Sanidad, y la ciencia ciudadana se ha incluido en el Plan Nacional de Prevención, Vigilancia y Control de Enfermedades Transmitidas por Vectores de abril de 2023. A raíz de este apoyo, se ha impulsado por primera vez en España una campaña participativa y de prevención conjunta, con el objetivo de generar sinergias y desarrollar herramientas compartidas entre todos los estamentos de la administración, la ciudadanía y la comunidad científica.
Queda ahora como reto pendiente demostrar que este tipo de proyectos pueden mantenerse a largo plazo y que la inversión realizada en su concepción, creación, testeo y puesta en marcha no quede en nada. Aunque es común considerar que el coste de la ciencia ciudadana es relativamente bajo, al menos comparado con un coste equiparable sin participación ciudadana, pueden ser iniciativas complejas y que necesitan de perfiles altamente transversales y grandes dosis de tecnología, innovación, creatividad y, por qué no, perseverancia. Podemos decir que son experimentos de innovación abierta y como tal, sujetos a grandes retos y grandes posibles logros. ¿Te unes al experimento?