La educación, la religión o el contacto con animales influyen en los rasgos humanos que les atribuimos

Un equipo internacional con participación española ha analizado los factores que influyen en nuestra antropomorfización de los animales —la tendencia a atribuirles rasgos humanos—. Según un cuestionario completado por 741 personas de cinco países, incluido España, factores como el nivel educativo, la religión, las experiencias de tipo urbano o el contacto con animales afectan a esta tendencia, lo que a su vez puede influir en los programas de conservación. Según los autores, “las especies que parecen más humanas o muestran comportamientos similares a los humanos suelen recibir más atención, financiación y apoyo público. Esta preferencia puede eclipsar la importancia ecológica de especies menos carismáticas”. Los resultados se publican en la revista iScience.  

18/06/2025 - 17:00 CEST
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Osuna - Antropomorfismo

Antonio J. Osuna Mascaró

Investigador especialista en cognición animal de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena (Austria)

Science Media Centre España

El estudio es sólido en la mayor parte de su metodología y trata un tema sumamente interesante, no solo por la introspección que permite acerca de nuestra forma natural de pensar, sino por las implicaciones tanto éticas como ecológicas. 

En nuestro afán por interpretar el mundo que nos rodea, los seres humanos proyectamos de forma natural nuestro propio comportamiento y motivaciones a la hora de interpretar el comportamiento de otros, ya sean seres humanos, animales u objetos. Cuando aplicamos estas predicciones a objetos o criaturas que no pertenecen a nuestra especie, entonces hablamos de antropomorfismo pues, en cierto modo, les damos forma humana a dichos comportamientos. 

Esto es obviamente útil, ya que nos permite predecir que, si tiramos una piedra a un león, este se pondrá furioso y nos atacará, aunque no lo hayamos experimentado de primera mano. No es necesario que conozcamos cómo funciona la mente de un león, basta con asumir que se comportará como lo haríamos nosotros. 

Por supuesto, esto también nos lleva a cometer errores, especialmente cuando no conocemos la ecología de las especies en cuestión. Estos van desde errores mayormente inofensivos (como en esos vídeos tan populares en los que un cisne parece dar de comer voluntariamente a los peces, cuando realmente estos le están robando el alimento) hasta otros con consecuencias dramáticas (como la popularización y explotación en los medios de la expresión de terror de algunas especies de primates, que se parece únicamente a la sonrisa humana). 

Este lado más serio del antropomorfismo es muy importante tenerlo en cuenta, pues el grado de antropomorfismo que proyectamos a unas especies y a otras parece tener que ver con la importancia que les otorgamos. Esto, por supuesto, es sumamente importante de cara a la conservación (como los autores apuntan), así como también de cara al bienestar animal. 

Aunque conocemos la existencia y las limitaciones del antropomorfismo, sabemos menos acerca de su desarrollo y de los factores que influyen en él. Este estudio pretende profundizar en este tema y aportar información sobre la correlación del antropomorfismo con factores como el nivel de socialización, la religión, el nivel educativo y otros. 

Los autores hacen un buen trabajo reconociendo las limitaciones de su propio estudio. Quizás la más evidente sea el hecho de haber utilizado el número de contactos en Facebook para valorar cuán integrados estaban socialmente los participantes del estudio. Esto es algo que justifican por ser “algo ampliamente utilizado en otros estudios, incluso con participantes jóvenes”. Aunque no es la única medida empleada, dejaré que el lector sopese cuán errada es esta decisión. 

Pero la limitación que encuentro más importante tiene que ver con las características que engloban dentro de la categoría antropomorfismo.  

Los autores han usado el cuestionario IDAQ (Individual Differences in Anthropomorphism Questionnaire, por sus siglas en inglés) originalmente diseñado para ser aplicado a toda clase elementos no humanos que puedan ser objeto de antropomorfismo; desde una cafetera que no funciona “porque no quiere”, hasta la lluvia que “decide caer” justo cuando uno acaba de lavar el coche. Acertadamente han ampliado este cuestionario para hacerlo algo más adecuado a la hora de valorar el antropomorfismo atribuido a animales.  

A lo largo del artículo (así como de su nota de prensa) el antropomorfismo se describe como una atribución de características propiamente humanas a otras especies, algo que —según los autores— se reduce al aumentar el nivel educativo y el contacto con animales. De esta forma, el contacto directo y la educación reducen la atribución errónea de características humanas a otras especies. 

El problema de todo esto es que este trabajo incluye características que están ampliamente reconocidas en otras especies y las mezcla con otras que son perfectamente justificables. Si los autores encuentran que una mayor educación correlaciona con una menor creencia de que los animales no humanos tengan autonomía, no deberíamos preguntarnos cómo hace la educación para reducir el antropomorfismo, sino por qué aumenta la antroponegación con la educación. 

La antroponegación es un término acuñado por el primatólogo Frans de Waal para referirse a la actitud contraria al antropomorfismo. Si el antropomorfismo se caracteriza por una atribución de características propias de los humanos a otras especies, la antroponegación es el error de no atribuirlas cuando sí deberíamos hacerlo. 

De esta forma, características como la intencionalidad, la capacidad sentir dolor, la de tomar decisiones, el contagiarse de las emociones de otros e incluso tener experiencias subjetivas tienen una base científica sólida en otras especies. Otras características recogidas en el cuestionario son confusas. Un ejemplo cualquiera es la atribución de emociones secundarias (aquellas que emergen al pensar en las emociones primarias). Aunque algunas emociones secundarias son comunes en actitudes antropomorfistas erróneas (como la atribución de vergüenza en perros mascota después de romper o ensuciar algo), otras sí tienen evidencia científica (como el que un perro pueda sentir celos de otro que recibe más atención). 

Si tomamos este estudio únicamente por lo que los datos nos dicen, entonces tenemos un estudio interesante del que extraer información más o menos reveladora acerca de cómo la urbanización, la religión, las conexiones sociales, la educación o el contacto con otras especies correlacionan con las creencias que las personas tienen del parecido de estas con los seres humanos. En estas creencias habrá aciertos y errores. Si los autores lo hubiesen planteado así yo no tendría ningún problema con ello. Pero el artículo trata el antropomorfismo desde una perspectiva siempre negativa y desde la cual la antroponegación pareciese no existir. Esto da lugar a una metodología y resultados que acaban siendo confusos y ponen en peligro cualquier conclusión que podamos sacar del estudio.

No declara conflicto de interés
ES
Publicaciones
Experience with animals, religion, and social integration predict anthropomorphism across five countries
  • Artículo de investigación
  • Revisado por pares
Revista
iScience
Fecha de publicación
Autores

Amici et al.

Tipo de estudio:
  • Artículo de investigación
  • Revisado por pares
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