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Marcos Luján Galán

Jefe de Unidad de Urología en el Hospital Infanta Cristina, investigador en la rama española del European Randomized Study of Screening for Prostate Cancer

El estudio es una revisión de la literatura, con un claro posicionamiento en contra de las políticas actuales de screening (cribado en español) del cáncer de próstata. 

La política respecto del screening en los países más ricos es similar: que el médico explique al paciente los pros y los contras de someterse a la determinación de PSA en los análisis, y que el paciente decida. Los autores de este trabajo concluyen en su revisión que este abordaje no persigue el efecto deseado, sino que aumenta el riesgo de detectar cánceres de poca relevancia clínica (sobredetección, que puede alcanzar hasta un espeluznante 50 %), de aplicar tratamientos innecesarios (sobretratamiento). Además, introduce desigualdad en la atención recibida, ya que las clases más ricas son las que acaban sometiéndose al test con mayor frecuencia.  

Otro resultado indeseado es una elevada proporción de varones mayores sometidos a screening. Todas las sociedades científicas están de acuerdo en desaconsejar el screening en varones cuya esperanza de vida es inferior a los 10-15 años, ya que este es el periodo medio que tarda un cáncer de próstata detectado mediante screening en acabar produciendo síntomas por el avance de la enfermedad (dicho de otro modo, el individuo fallecería de otras causas por su edad antes de que el cáncer de próstata tuviera tiempo de acabar con su vida). La probabilidad de morir por cáncer de próstata en lo que te queda de vida, si a los 75 años tienes un nivel de PSA normal, es prácticamente cero. Por ello no se recomienda continuar con el screening pasado cierta edad. Precisamente, la política actual de que ‘el ciudadano elija’ produce que la tasa de screening en varones mayores sea preocupante. 

Esta política es la vigente actualmente en Europa (Asociación Europea de Urología, EAU) y es la que adopta directamente la AEU (Asociación Española de Urología). 

¿Qué proponen los autores? 

  1. Que los programas de screening los controlen los gobiernos. Que ellos elijan los candidatos (y proporcionen el acceso al test), y que se siga un protocolo de seguimiento adecuado al perfil de riesgo del individuo (el intervalo de seguimiento sería diferente según el nivel del primer PSA, por ejemplo). 
  2. Como alternativa a lo anterior, restringir el acceso al PSA, indicado solo por el urólogo ante la presencia de síntomas o perfiles de riesgo concretos (historia familiar, ciertas mutaciones genéticas, etc.). 

¿Recomendaciones para los pacientes? En mi opinión, ante la ausencia de un programa gubernamental establecido, en pacientes sin perfil de riesgo concreto (historia familiar, ciertas mutaciones genéticas, etc.) y ausencia de síntomas, me inclinaría por no hacer el PSA de modo indiscriminado.

ES