Álvaro Páez Borda
Jefe de Servicio de Urología del Hospital Universitario de Fuenlabrada, profesor asociado de Ciencias de la Salud de la Universidad Rey Juan Carlos y Chairman de la rama española del European Randomized Study of Screening for Prostate Cancer
El estudio —un estudio retrospectivo sobre la utilización del PSA y sobre la incidencia y mortalidad por cáncer de próstata (CP)— aborda la eterna cuestión del sobrediagnóstico en el contexto del cribado para el CP. Ese efecto indeseable — el del sobrediagnóstico, y el consiguiente sobretratamiento— representa históricamente la mayor hipoteca para el cribado del CP. Y es la razón por la que una estrategia preventiva con un rendimiento no inferior al de otras prácticas similares (como el cribado para el cáncer de mama o para el cáncer de colon) no se puede generalizar; un mínimo de uno de cada tres diagnósticos de CP representa un sobrediagnóstico, proporción muy superior a la que se da en el cribado para el cáncer de mama, por ejemplo.
El estudio utiliza datos de incidencia procedentes de la International Agency for Research on Cancer’s CI5plus (Cancer Incidence in Five Continents Plus) y del Global Cancer Observatory, y de registros del cáncer nacionales y regionales. Los datos de mortalidad de los 26 países europeos analizados proceden de Organización Mundial de la Salud. Las bases de datos de GLOBOCAN también han sido utilizadas para completar la estimación de la incidencia y la mortalidad. Una vez estandarizados los datos, se han analizado las tendencias seculares mediante el estadístico APC (Annual Percent Change, cambio porcentual anual). En lo relacionado con la utilización del PSA, solo ha sido posible obtener información de 12 países.
En definitiva, el estudio prueba grandes diferencias transnacionales, tanto en incidencia como en mortalidad por CP. Y, una vez más, pone de manifiesto la diferencia entre incidencia y mortalidad.
Considerando que algunos países incluidos en el estudio —España, entre otros— no disponen de un registro nacional del cáncer, los datos de incidencia deben ser tomados con cautela. Del mismo modo, y toda vez que los datos de utilización de PSA no pueden ser considerados generalizables a todos los países bajo análisis, la atribución de las diferencias en incidencia a la variabilidad en el uso del PSA es puramente especulativa.
Sea como fuere, y aunque sea con trazos gruesos, el estudio subraya una cuestión que resulta crítica antes de activar un programa de cribado: el sobrediagnóstico. Ante la esterilidad y efectos indeseables del screening oportunista basado en la determinación del PSA, la Unión Europea alienta la cancelación de ese tipo de práctica, al tiempo que promueve la implantación de programas poblacionales para la detección precoz del CP; en el momento actual, se analiza la factibilidad de estudios basados en la utilización de PSA en combinación con la resonancia magnética (RM), esto último como medio de reducir el sobrediagnóstico. La dimensión logística de un programa poblacional de esas características puede ser algo colosal. ¿Podrán soportar los sistemas de salud semejante sobrecarga?