Un estudio publicado en PLoS ONE concluye que los estudiantes que van a clase con compañeros con discapacidad no ven afectados sus resultados académicos.
Ignacio Calderón - polacos
Ignacio Calderón Almendros
Profesor de Teoría de la Educación en la Universidad de Málaga
El estudio de Grzegorz Szumski y su equipo es un trabajo solvente, bien construido y sólidamente fundamentado en la literatura científica, y particularmente en los trabajos que se han ido desarrollando en diferentes lugares del planeta para tratar de mostrar la capacidad y pertinencia de la educación inclusiva frente a propuestas de escolarización segregada. Es decir, más allá de las bondades incuestionables del hecho de educar a toda la infancia y la juventud unida en las mismas escuelas y aulas, para lo que necesita tener en cuenta las diferentes necesidades de la población, se han ido desarrollando una serie de trabajos que apuntalan el valor de la educación inclusiva por su eficacia, tanto en el terreno de los logros académicos como en las mejoras sociales. En esta línea hay una serie de metainvestigaciones que han arrojado resultados de forma inequívoca en esta dirección. Entre ellos, Szumski y otros colegas publicaron en 2017 un metaanálisis de 47 estudios sobre la efectividad de la educación inclusiva para estudiantes no considerados con necesidades educativas especiales.
A menudo se piensa que la educación inclusiva está enfocada al alumnado nombrado por la discapacidad o a otros colectivos en situación de desventaja. Esta es una idea equivocada, ya que la educación inclusiva es un proyecto para mejorar el sistema educativo para toda la población. Aquel metaanálisis del equipo de Szumsky respondía a la cuestión de qué ocurre con el alumnado para el que la educación inclusiva aparentemente no tiene nada que ofrecerle, cuestionando creencias extendidas de que la educación inclusiva es negativa para el alumnado que tradicionalmente está escolarizado en la educación ordinaria. Aquel estudio mostró que la asistencia a aulas inclusivas se asocia de forma positiva, aunque débil, con el rendimiento académico de los estudiantes sin necesidades educativas especiales.
El nuevo estudio que ahora se publica es el resultado de un estudio longitudinal desarrollado en escuelas de secundaria en Polonia, comparando el resultado académico de 1.552 estudiantes sin discapacidad en tres escenarios educativos diferentes: general, sin alumnos con discapacidad; inclusivo (con coenseñanza), con tres a cinco alumnos con discapacidad; e inclusivo (sin coenseñanza), con uno a dos alumnos con discapacidad. Los resultados son consistentes con los análisis previos, y evidencian que no hay pérdida ni beneficio significativo en lo referente al logro académico cuando están escolarizados junto a alumnado etiquetado como con necesidades educativas especiales. Esto implica que todo son beneficios: los referidos al respeto a los derechos humanos, la posibilidad de aprender a vivir juntos y el aprendizaje del valor de las diferencias.
Más allá de esto, el estudio tiene la limitación de no adentrarse en las prácticas supuestamente inclusivas de las aulas estudiadas. Más bien el estudio muestra que en escolarizaciones en las que el alumnado con y sin discapacidad está junto, no existe beneficio ni perjuicio académico en este último colectivo. Nada se sabe de las transformaciones metodológicas llevadas a cabo en esas aulas, como requiere una escolarización inclusiva. Por ello, los resultados del estudio son aún más valiosos para apuntalar el desarrollo de la educación inclusiva, en tiempos en los que las argumentaciones sin sustento y las creencias siguen manteniendo la segregación escolar.