Romano Corradi
Director del Gran Telescopio Canarias (GTC)
De esta misión hay que resaltar, una vez más –¿recuerdan el impacto en 2005 de la sonda Deep Impact sobre el cometa 9P/Tempel 1?–, el poder de nuestros conocimientos de la (astro)dinámica, y en general de la física, capaces de pilotar una sonda para impactar contra un asteroide de solo 160 metros de diámetro a 11 millones de kilómetros de distancia de la Tierra –es como tirar una minúscula piedra e impactar otra de 1mm de tamaño a 69 km de distancia–. Ya veremos en las próximas semanas si se confirma que, como consecuencia del impacto de la sonda DART, la velocidad del asteroide Dimorphos se ha reducido la cantidad prevista. También en este aspecto hay que destacar los números “astronómicos”: DART pesa solo 570 kg, pero su gran velocidad de impacto (24.000 km/hora) es capaz de desviar la trayectoria de una cantidad pequeña pero apreciable, una masa de 5.000 millones de kg.
Esta misión es una demostración de una técnica para liberar nuestro planeta de la posibilidad de un impacto de un asteroide de grandes dimensiones. La pregunta de si los asteroides son un peligro real para nuestro planeta no tiene una respuesta sencilla, porque los efectos dependen de muchos factores, aunque el principal es el tamaño del asteroide.
Hay que destacar el trabajo incesante de los telescopios terrestres de todo el mundo, también los españoles, que de forma continua rastrean el cielo para detectar y luego seguir estos objetos peligrosos (NEOs, de inglés Near Earth Objects). Estas observaciones nos permiten concluir que no hay asteroides de un tamaño mayor de 1 km –capaces de producir desastres a escala global en nuestro planeta– que puedan impactar en la Tierra en los próximos cien años, pero sí queda la posibilidad de que asteroides del tamaño de Dimorphos impacten y produzcan desastres a escala regional –la probabilidad de que además caigan en una zona densamente habitada es, de todas formas, extremadamente pequeña–.
¿Vale la pena invertir tanto esfuerzo y dinero para un evento de tan baja probabilidad? Creo que, visto lo que está en juego, sí es necesario continuar con el estudio del cielo a la búsqueda de NEOs potencialmente peligrosos. Pero con la condición de no desviar la atención y el esfuerzo para combatir otras amenazas para nuestro ecosistema, más ciertas, graves e inaplazables, como el cambio climático o la sobreexplotación de los recursos de nuestro (único) planeta.