En principio, acelerar la tercera dosis no resultaría nocivo para aquellas personas que, habiendo recibido la pauta completa, han sido infectadas con el virus.

Tanto la EMA como los CDC recomendaron administrar una dosis de refuerzo de Comirnaty a personas de más de 18 años que hayan recibido una segunda dosis hace al menos 5 o 6 meses, y eso parece un periodo razonable.

Si nos hemos vacunado e infectado el virus habrá actuado como una dosis de recuerdo extra salvo que la infección haya sido inmediatamente después de vacunarnos, entre 1 y 5 días. Por lo tanto, sería igual de recomendable esperar 5 o 6 meses, que es el periodo en el que se vio que disminuía la eficacia vacunal y podía recuperarse con la de refuerzo.

Es necesario espaciar suficientemente el tiempo entre dosis, aunque es cierto que casi todos los estudios se han centrado en la separación entre la primera y la segunda dosis, que se recomendó que fuese de entre 3 y 4 semanas (Pfizer/Moderna). Hay que distinguir entre el intervalo de tiempo entre la primera y la segunda dosis, y el intervalo entre la segunda dosis y la de recuerdo.

Una segunda dosis es imprescindible para aumentar la respuesta inmunitaria en cantidad (expandir el número de linfocitos B y T generados en la primera inmunización) y en calidad (la segunda dosis favorece que los linfocitos B

maduren la afinidad de su respuesta de anticuerpo). Esta respuesta va decayendo con el tiempo para ahorrar energía y responder a otros patógenos. Por eso, la dosis de refuerzo puede ayudar a que esa bajada no suponga una reducción importante de la eficacia vacunal.

Si no esperamos el tiempo suficiente no mejoraremos la respuesta inmunitaria que nos ha proporcionado la infección, porque normalmente el número de linfocitos y la cantidad de anticuerpos circulantes no decaen tan deprisa (en 3 o 4 semanas).

ES