Sergi Herrando
Investigador del CREAF, director científico del Instituto Catalán de Ornitología y presidente del European Bird Census Council
La pérdida de biodiversidad se va reconociendo cada vez más como una de las amenazas más importantes para la sostenibilidad de las sociedades humanas en todo el planeta. El trabajo de Emma C. Hughes y colaboradores nos aporta una nueva mirada sobre el tema ya que en él se analiza esta pérdida no en términos de número de especies sino de diversidad genética y morfológica.
Este nuevo enfoque nos acerca a la realidad funcional de la biodiversidad, a las características que permiten que las especies se adapten al ambiente y tengan un papel ecológico concreto dentro de los ecosistemas. Para ello, los autores analizan la diversidad genética y morfológica de 8.455 especies de aves, sin duda, uno de los grupos biológicos mejor conocidos. Hughes y colaboradores demuestran que la pérdida de las especies más amenazadas de extinción en la actualidad conllevaría una pérdida de diversidad morfológica mucho mayor que la que se daría en paralelo a nivel de número de especies o de diversidad genética.
Estos análisis se realizan para todo el planeta y con ello revelan también donde este fenómeno tiene unas proporciones más alarmantes. La pérdida es generalizada, pero es claramente mayor en las regiones tropicales, muy particularmente en el sureste asiático. El declive de la diversidad morfológica nos conduce a sistemas más homogéneos donde unas pocas especies generalistas permanecen y las especialistas van desapareciendo. En otras palabras, la biodiversidad en su conjunto va perdiendo las herramientas más precisas para trabajar en los ecosistemas. Funciones de la propia diversidad como la resiliencia o la restauración de sistemas degradados se ven de esta manera empobrecidas. Para intentar dar un ejemplo que nos resulte cercano: la península ibérica está siendo asolada por un sinfín de incendios en medio de una ola de calor sin precedentes. Tras miles de años de evolución, algunas aves tienen su morfología adaptada al consumo de frutos que después defecan o esconden en buen estado para su germinación, también dentro de las áreas quemadas. ¿Quién repoblaría la diversidad vegetal de nuestros bosques si ellas nos faltasen? ¿Hay alternativas a un coste asumible? ¿Veremos la conservación de la biodiversidad como una inversión en nuestro futuro?