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Julián Pérez-Villacastín

Jefe de servicio de Cardiología del Hospital Clínico San Carlos y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

Se trata de un estudio ingenioso en el que combinan la hipoxia de una altura similar a una montaña de algo más de 2.000 metros con la ingesta de alcohol. Es cierto que se observan alteraciones en la saturación de oxígeno y en la frecuencia cardiaca. El estudio se realiza en unas condiciones que luego quieren ser extrapoladas a lo que sucede en los aviones, en viajes largos nocturnos cuando las personas pueden dormir unas horas.  

El escenario de los aviones es muy especial debido a la ansiedad, miedo y circunstancias concretas que se producen durante los vuelos de larga duración. Lo ideal es estudiar las consecuencias directas que pueden afectar a la salud precisamente durante los vuelos, y la realidad es que no se producen tantos problemas como podrían sugerirse por estudios como este.

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