Autor/es reacciones

Eduardo Rojas Briales

Profesor de la Universitat Politècnica de València y exsubdirector general de la FAO

¿El estudio se apoya en datos y métodos sólidos? 

“En parte sí. No obstante, incluye regiones con climas muy dispares (bosques de coníferas boreales o templados, bosques mediterráneos, subtropicales/Australia…) como también otros factores socioeconómicos que pueden enmascarar los resultados, por ejemplo, densidad de población (California o Grecia vs. las zonas interior Norte de Portugal en 2017 o en 2025, junto a las del interior noroeste de España en 2025). La comparativa con el daño económico tiene un sesgo muy urbano e incluso coyuntural, dada la fluctuación del mercado inmobiliario. En general, se trata de un artículo muy norteamericano cuyas conclusiones son discutibles en otras partes del mundo. 

No cita el hecho que la estadística internacional de incendios forestales confirma un descenso del área quemada global que contradice este estudio, si bien esa reducción se produce en países en vías de desarrollo”. 

¿Cómo encaja con trabajos previos? ¿Qué novedades aporta? 

“El aspecto más innovador del artículo es el uso de fuentes de información muy variadas como los daños de las aseguradoras e inmobiliarios, intentando vincularlos a los cambios del clima y la gravedad de los incendios. 

Cita en un caso la paradoja de la extinción que fue identificada hace 20 años en el marco de un proyecto de investigación europeo (FIREPARADOX) según la cual cuanto más se invierte en extinción, al poco tiempo serán más graves serán los incendios debido al incontrolado crecimiento de la biomasa forestal y su continuidad horizontal y vertical. Recuerda el sabio uso de los pueblos indígenas tanto norteamericanos y australianos del fuego controlado”. 

¿Hay limitaciones importantes que haya que tener en cuenta? 

“Los incendios de la interfaz urbano-forestal (WUI en el artículo) tienen unas especificidades que requieren ser analizados separadamente de los que ocurren en zonas mucho menos pobladas. Intentar un análisis juntándolas genera un alto grado de confusión y enmascaramiento. Incide por ejemplo también el tipo de material con el que se construyen las casas, que es muy diferente entre USA y el Mediterráneo”. 

¿Qué relevancia tiene este estudio en la práctica en España? 

“Olvida un factor clave en las condiciones mediterráneas que es determinante, y que desde la perspectiva ambiental se suele obviar, que es el abandono del territorio y de su gestión —sea agrícola, ganadera o forestal— junto al hundimiento de amplias zonas rurales en términos demográficos. El abandono rural dramático que se ha vivido en el Mediterráneo norte no queda reflejado de forma clara en ‘cambios en la gestión de la tierra’. Tampoco la referencia al uso de especies exóticas aporta mucho en el caso del Mediterráneo europeo, y carece además de evidencia científica. Aquí hablar del fuego indígena no es tampoco correcto, aunque sí de su recuperación. 

La frase (pág. 56) que indica que los desastres suelen ocurrir más en zonas altamente pobladas y ricas no coincide con la experiencia en la península ibérica pese a citarse esta con frecuencia en el artículo, especialmente en los peores años recientes (2017, 2022, 2025). 

Otro aspecto adicional es la normativa ambiental expresa y la percepción social contraria a cortar árboles, ejecutar desbroces o realizar quemas controladas por una población mayoritariamente urbana y crecientemente también por el sector turístico —que frecuentemente es la última actividad que resiste en las zonas despobladas—, lo que acaba exacerbando el abandono rural. Como se indicaba más arriba, analizar con la misma metodología zonas altamente despobladas y otras netamente periurbanas no es aconsejable para extraer conclusiones sólidas”.

ES