Adrián Regos Sanz
Investigador posdoctoral Ramón y Cajal en la Misión Biológica de Galicia (MBG-CSIC) y jefe del grupo de investigación ECOP – Ecología del Paisaje
El incendio de Tenerife entró el sábado a la tarde en la categoría de incendio de sexta generación. Las condiciones de fuerte viento y baja humedad están dificultando enormemente las labores de extinción, sobrepasando la capacidad actual de extinción. Estos incendios extremos son capaces de generar sus propias dinámicas y turbulencias que favorecen un comportamiento errático y poco predecible, lo que aumenta su peligrosidad.
A nivel de extinción hay poco más que se pueda hacer, aparte de la enorme tarea que ya están llevando a cabo los sistemas de extinción. Es fácil que este incendio pueda sobrepasar las 10.000 hectáreas, entrando así en la categoría de megaincendio, aunque por su comportamiento es ya un incendio extremo. La prevención frente a estos eventos extremos es fundamental. A diferencia de otras catástrofes naturales, estos incendios son en cierto modo predecibles. Hay herramientas de planificación territorial que pueden ayudar a crear paisajes ‘fire-smart', más resistentes y resilientes a los grandes incendios. Dicha gestión territorial deberá incorporar no solo diferentes medidas de gestión forestal sostenible, sino políticas que ayuden a fijar población rural cuyas actividades agropastorales puedan ayudar a reducir la carga de combustible (es decir, acumulación de vegetación inflamable) en el territorio, reduciendo el riesgo de incendio. Estos servicios de prevención de incendios deben ser valorados por la sociedad, siendo los propietarios de los terrenos agroforestales beneficiarios de ayudas o pagos por dichos servicios.
El interfaz urbano forestal debe estar protegido frente a este tipo de eventos, para lo cual se debe preparar franjas de protección. La sociedad debe también ser consciente de que el fuego es un elemento fundamental de los ecosistemas mediterráneos y una herramienta de gestión del paisaje que no debe ser demonizada, sino integrada como una herramienta más de planificación y lucha integral contra los megaincendios del futuro. Las quemas controladas o prescritas deben ser vistas como una vacuna. Una vacuna que ayuda a prevenir la mayor virulencia de estos incendios de nueva generación, resultado de un cambio climático cada vez más acuciante, en concomitancia con el abandono rural de muchas zonas de nuestro país.
La gestión y lucha integral contra los incendios extremos debe ser integral, transversal a muchos sectores socioeconómicos de nuestra sociedad y basada en soluciones sostenibles ambientales. Dichas soluciones existen y deben ser analizadas y valoradas desde un punto de vista social, económico y ambiental.