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Alfonso Valencia

Profesor ICREA y director de Ciencias de la Vida en el Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona​ (BSC)

Estamos ante un nuevo e intrigante mundo al otro lado del espejo cuyas propiedades solo empezamos a entrever y sobre el que conviene ser muy prudentes. Esta llamada a la paralización de la experimentación sobre futuras células especulares entronca con una tradición de llamadas similares sobre otras biotecnologías con posible impacto en el mundo real: desde la conferencia de Asilomar sobre el ADN recombinante, hasta el reciente artículo editorial sobre el control de las construcciones de nuevas proteínas diseñada por técnicas de IA, firmado por George Church y por David Baker (reciente premio Nobel precisamente por la construcción de nuevas proteínas).  

El debate actual sobre células especulares se añade a estos precedentes también promovidos por científicos destacados, alejados del sensacionalismo –nada parecido al debate sobre la IA–, y revelan la presión que supone el paso acelerado de innovación científica cuando la distancia entre investigación y aplicación se acorta dramáticamente, junto a la gran dificultad para estimar su impacto en el mundo real, por ejemplo, cómo se extendería una nueva variante de una enfermedad infecciosa, digamos covid.  

En este caso, las primeras publicaciones describen los pasos para crear proteínas con D-aminoácidos, copias especularse de las proteínas naturales formadas por L-aminoácidos. Estas proteínas pueden tener propiedades especiales como, por ejemplo, ser más resistentes a la degradación, una propiedad que puede ser útil en aplicaciones industriales pero que también puede hacer a estas proteínas muy difíciles de destruir por los sistemas que operan en el mundo real, como el sistema inmune o las enzimas proteolíticas, con el consiguiente peligro si llegaran a operar fuera del laboratorio.  

Más allá de estas nuevas proteínas, el siguiente desafío debe ser sintetizar células completas con un ADN/genoma especular (el ADN natural tiene conformación D). Estas células sintéticas podrían ser capaces de reproducirse y evolucionar creando un mundo simétrico que podría llegar a competir por los recursos con nuestro mundo ‘real’. Aunque esta posibilidad no es para nada inmediata, sí que representa un peligro de una magnitud suficiente como para parar estos experimentos en opinión de los autores de esta declaración.  

ES