Ángel Nadal
Profesor y vicedirector del Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación en Biotecnología Sanitaria de Elche (IDiBE) de la Universidad Miguel Hernández
Hasta donde llega mi experiencia, es un trabajo de alta calidad realizado con datos y métodos sólidos. Está publicado por científicas y científicos de reconocido prestigio internacional en una revista de relevancia en medicina y salud pública.
Este estudio confirma resultados previos realizados analizando compuestos a nivel individual. Se confirma que la exposición prenatal a los disruptores endocrinos persistentes, es decir, que se acumulan en los tejidos grasos, incluyendo los metales como el mercurio, pesticidas organoclorados, polibromodifenil éteres (PBDEs) que se utilizan como retardantes de llama en los plásticos entre otros materiales y las sustancia perfluoroalquiladas (PFAS), con un amplio uso en objetos cotidianos, están asociados con un efecto obesogénico y una peor salud metabólica en niños de entre 6 y 11 años.
El estudio analiza la exposición de las madres por grupos de disruptores endocrinos en lugar de hacerlo individualmente. Es más cercano a la exposición real que sufrimos; no estamos expuestos a un solo disruptor endocrino, sino a una mezcla de ellos. La muestra de madres utilizada es grande, más de 1.100, lo que ha permitido analizar la asociación con los parámetros relacionados con alteraciones metabólicas en la descendencia por sexo. Es, de hecho, de los pocos estudios que analizan diferencias por sexo y encuentran que las niñas son más susceptibles a la exposición a PFAS y PCB.
Hay varias limitaciones que los autores identifican en el estudio. Una que me parece importante destacar es la gran variabilidad en la medida de los disruptores endocrinos no persistentes como los ftalatos y los fenoles. Es importante, pues estos disruptores se han asociados con un efecto obesogénico y diabetógenico cuando se han estudiado individualmente y en este estudio no se confirma esta asociación. Es un resultado que hay que tomar con mucha precaución.
Cada vez existen más evidencias tanto en estudios con animales de experimentación como en estudios epidemiológicos del efecto obesogénico, diabetogénico y deletéreo del metabolismo de la exposición a disruptores endocrinos. Igualmente, a nivel clínico, la obesidad e incluso la diabetes de tipo 2 se producen en individuos más jóvenes. Una mala salud metabólica en la infancia predispone a padecer síndrome metabólico en la edad adulta. La obesidad es un problema de salud pública que requiere cambios normativos y políticos y no debe abordarse únicamente con dietas y fármacos. Es necesario que se cumpla la estrategia 2030 y que a nivel europeo se limite la exposición a los disruptores endocrinos. De momento, a nivel individual podemos intentar disminuir la exposición todo lo posible, especialmente en los periodos de mayor susceptibilidad como el embarazo y los primeros tres años de vida.