Un estudio llevado a cabo en España y en otros cinco países europeos muestra que la exposición a mezclas de disruptores endocrinos durante el embarazo está asociada con problemas de salud metabólica en niños y niñas. La investigación, publicada en JAMA Network Open, siguió a más de 1.100 parejas de madres e hijos entre 2003 y 2016 y encontró una correlación entre medidas de disfunción metabólica en niños de entre 6 y 11 años, y su exposición prenatal a sustancias químicas como metales o pesticidas organoclorados, entre otras. Según los autores, estos resultados podrían tener que ver con el actual aumento del síndrome metabólico a lo largo de la vida, que repercute en un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y de diabetes tipo 2.
Montse Marques - disruptores embarazo
Montserrat Marqués Bueno
Investigadora en el Laboratorio de Toxicología y Salud Medioambiental, departamento de Ciencias Médicas Básicas de la Universitat Rovira i Virgili
El estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y publicado en Jama Network Open destaca por su sólida calidad, respaldada por una muestra amplia de 1.134 madres e hijos de seis países europeos y un análisis exhaustivo de la exposición prenatal a 45 disruptores endocrinos. Las conclusiones se fundamentan en datos detallados obtenidos a través de muestras biológicas y un seguimiento clínico de los niños entre 6 y 11 años, lo que robustece la validez de los resultados.
Este estudio contribuye al campo al explorar el impacto combinado de diversos disruptores endocrinos en la salud metabólica, revelando que la exposición prenatal a una mezcla de estos compuestos se asocia con un mayor riesgo de síndrome metabólico en la infancia, con diferencias destacadas por compuestos y sexo. A diferencia de estudios previos, este trabajo ha podido considerar las diferencias de dieta y estilo de vida a nivel europeo y amplía la batería de disruptores endocrinos analizados, además de abordar las mezclas, reflejando con mayor precisión la realidad de la exposición a múltiples sustancias químicas. Sin embargo, como limitación, se reconoce la dificultad para establecer una relación causal definitiva debido a la naturaleza observacional del estudio y la influencia de otros factores ambientales y genéticos.
En términos prácticos, estos hallazgos subrayan la importancia de reducir la exposición a disruptores endocrinos durante el embarazo y la necesidad de proporcionar información protocolizada para su mitigación. Actualmente, si bien las embarazadas suelen recibir recomendaciones sobre alimentos a evitar, como quesos sin pasteurizar o alimentos crudos, para minimizar el riesgo de contaminación microbiológica, existe una carencia generalizada en cuanto a la concienciación sobre la exposición a disruptores endocrinos, como el BPA presente en alimentos enlatados o los parabenos utilizados como conservantes en los productos de cuidado e higiene personal. No obstante, la responsabilidad no debe recaer únicamente en la población; es esencial que se implementen políticas de salud pública y regulaciones más estrictas para salvaguardar la salud metabólica de las futuras generaciones.
Ángel Nadal - disruptores embarazo
Ángel Nadal
Profesor y vicedirector del Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación en Biotecnología Sanitaria de Elche (IDiBE) de la Universidad Miguel Hernández
Hasta donde llega mi experiencia, es un trabajo de alta calidad realizado con datos y métodos sólidos. Está publicado por científicas y científicos de reconocido prestigio internacional en una revista de relevancia en medicina y salud pública.
Este estudio confirma resultados previos realizados analizando compuestos a nivel individual. Se confirma que la exposición prenatal a los disruptores endocrinos persistentes, es decir, que se acumulan en los tejidos grasos, incluyendo los metales como el mercurio, pesticidas organoclorados, polibromodifenil éteres (PBDEs) que se utilizan como retardantes de llama en los plásticos entre otros materiales y las sustancia perfluoroalquiladas (PFAS), con un amplio uso en objetos cotidianos, están asociados con un efecto obesogénico y una peor salud metabólica en niños de entre 6 y 11 años.
El estudio analiza la exposición de las madres por grupos de disruptores endocrinos en lugar de hacerlo individualmente. Es más cercano a la exposición real que sufrimos; no estamos expuestos a un solo disruptor endocrino, sino a una mezcla de ellos. La muestra de madres utilizada es grande, más de 1.100, lo que ha permitido analizar la asociación con los parámetros relacionados con alteraciones metabólicas en la descendencia por sexo. Es, de hecho, de los pocos estudios que analizan diferencias por sexo y encuentran que las niñas son más susceptibles a la exposición a PFAS y PCB.
Hay varias limitaciones que los autores identifican en el estudio. Una que me parece importante destacar es la gran variabilidad en la medida de los disruptores endocrinos no persistentes como los ftalatos y los fenoles. Es importante, pues estos disruptores se han asociados con un efecto obesogénico y diabetógenico cuando se han estudiado individualmente y en este estudio no se confirma esta asociación. Es un resultado que hay que tomar con mucha precaución.
Cada vez existen más evidencias tanto en estudios con animales de experimentación como en estudios epidemiológicos del efecto obesogénico, diabetogénico y deletéreo del metabolismo de la exposición a disruptores endocrinos. Igualmente, a nivel clínico, la obesidad e incluso la diabetes de tipo 2 se producen en individuos más jóvenes. Una mala salud metabólica en la infancia predispone a padecer síndrome metabólico en la edad adulta. La obesidad es un problema de salud pública que requiere cambios normativos y políticos y no debe abordarse únicamente con dietas y fármacos. Es necesario que se cumpla la estrategia 2030 y que a nivel europeo se limite la exposición a los disruptores endocrinos. De momento, a nivel individual podemos intentar disminuir la exposición todo lo posible, especialmente en los periodos de mayor susceptibilidad como el embarazo y los primeros tres años de vida.
Marieta y Vicente - disruptores embarazo
Marieta Fernández
Catedrática de la Universidad de Granada e investigadora del Instituto de Investigación Biosanitaria (ibs.GRANADA) y del CIBER de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP)
Vicente Mustieles
Investigador de la Universidad de Granada y del CIBER de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP)
La prevalencia de obesidad abdominal, presión arterial elevada, niveles lipídicos inadecuados e hiperglucemia, todos componentes del síndrome metabólico (SM), es cada vez más elevada en la población infantil. Estas manifestaciones clínicas tempranas aumentan, a su vez, el riesgo de enfermedad cardiovascular en la vida adulta. Para poder implementar medidas preventivas efectivas es necesario conocer el origen y desarrollo de la obesidad y del síndrome metabólico, identificando los factores de riesgo modificables asociados.
El trabajo de Güilt-Oumrait, publicado en JAMA Network Open, explora el origen del síndrome metabólico en la infancia, investigando el papel de la exposición temprana (preconcepcional, prenatal y durante los primeros años de vida) a cuatro familias de sustancias químicas (metales y compuestos organohanohalogenados –clorados, bromados y perfluorados–) en esta enfermedad. Los investigadores encontraron que una elevada exposición de la madre a estos contaminantes obesógenos se asociaba con un riesgo, significativamente mayor, de padecer síndrome metabólico en niños de 6 a 11 años de edad de la cohorte poblacional HELIX (Human Early Life Exposome).
Datos toxicológicos indican que las familias químicas seleccionadas pueden inducir efectos metabólicos multisistémicos adversos. Así, por ejemplo, los compuestos perfluorados (PFAS) se acumulan en el hígado, contribuyendo a hígado graso y dislipidemia, y algunos compuestos organoclorados, acumulados en el tejido adiposo, se relacionan con efectos obesogénicos y diabetogénicos.
Los autores incluyeron también en este trabajo marcadores clínicos metabólicos medidos en el suero y orina de los niños, lo que reforzó y explicó los resultados encontrados. Por otra parte, dado que el diagnóstico del SM en niños no es tarea fácil, los autores proponen una ‘puntuación de riesgo’ para facilitar la identificación del SM clínico en la infancia antes de que este aparezca. Las variables finalmente incluidas en la puntuación propuesta fueron el perímetro de la cintura, la presión arterial sistólica y diastólica, los niveles de triglicéridos, colesterol-HDL e insulina, que les permitió identificar la población infantil de mayor riesgo.
El trabajo de Güilt-Oumrait y colaboradores, por tanto:
- Supone un avance sólido en el conocimiento epidemiológico y toxicológico de las consecuencias en salud de la exposición temprana (in utero) a mezclas de sustancias químicas-persistentes que pueden alterar la programación metabólica de la población infantil.
- Permite identificar la población especialmente vulnerable.
- Permite establecer medidas preventivas en los niños con alto riesgo cardiovascular.
Aunque los estudios observacionales no permiten establecer causas definitivas, la coherencia de los datos in vitro, in vivo y epidemiológicos aboga firmemente por la necesidad de reducir la exposición a compuestos químicos-obesógenos y/o disruptores metabólicos, especialmente en mujeres en edad fértil y durante los primeros años de vida (niños).
- Artículo de investigación
- Revisado por pares
- Estudio observacional
- Humanos
Nuria Güil-Oumrait et al.
- Artículo de investigación
- Revisado por pares
- Estudio observacional
- Humanos