Mariana F. Fernández Cabrera
Catedrática de la Universidad de Granada e investigadora del Ciber de Epidemiologia y Salud Pública (CIBERESP) y del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada (ibs.GRANADA)
Vicente Mustieles
Investigador de la Universidad de Granada y del CIBER de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP)
La prevalencia de obesidad abdominal, presión arterial elevada, niveles lipídicos inadecuados e hiperglucemia, todos componentes del síndrome metabólico (SM), es cada vez más elevada en la población infantil. Estas manifestaciones clínicas tempranas aumentan, a su vez, el riesgo de enfermedad cardiovascular en la vida adulta. Para poder implementar medidas preventivas efectivas es necesario conocer el origen y desarrollo de la obesidad y del síndrome metabólico, identificando los factores de riesgo modificables asociados.
El trabajo de Güilt-Oumrait, publicado en JAMA Network Open, explora el origen del síndrome metabólico en la infancia, investigando el papel de la exposición temprana (preconcepcional, prenatal y durante los primeros años de vida) a cuatro familias de sustancias químicas (metales y compuestos organohanohalogenados –clorados, bromados y perfluorados–) en esta enfermedad. Los investigadores encontraron que una elevada exposición de la madre a estos contaminantes obesógenos se asociaba con un riesgo, significativamente mayor, de padecer síndrome metabólico en niños de 6 a 11 años de edad de la cohorte poblacional HELIX (Human Early Life Exposome).
Datos toxicológicos indican que las familias químicas seleccionadas pueden inducir efectos metabólicos multisistémicos adversos. Así, por ejemplo, los compuestos perfluorados (PFAS) se acumulan en el hígado, contribuyendo a hígado graso y dislipidemia, y algunos compuestos organoclorados, acumulados en el tejido adiposo, se relacionan con efectos obesogénicos y diabetogénicos.
Los autores incluyeron también en este trabajo marcadores clínicos metabólicos medidos en el suero y orina de los niños, lo que reforzó y explicó los resultados encontrados. Por otra parte, dado que el diagnóstico del SM en niños no es tarea fácil, los autores proponen una ‘puntuación de riesgo’ para facilitar la identificación del SM clínico en la infancia antes de que este aparezca. Las variables finalmente incluidas en la puntuación propuesta fueron el perímetro de la cintura, la presión arterial sistólica y diastólica, los niveles de triglicéridos, colesterol-HDL e insulina, que les permitió identificar la población infantil de mayor riesgo.
El trabajo de Güilt-Oumrait y colaboradores, por tanto:
- Supone un avance sólido en el conocimiento epidemiológico y toxicológico de las consecuencias en salud de la exposición temprana (in utero) a mezclas de sustancias químicas-persistentes que pueden alterar la programación metabólica de la población infantil.
- Permite identificar la población especialmente vulnerable.
- Permite establecer medidas preventivas en los niños con alto riesgo cardiovascular.
Aunque los estudios observacionales no permiten establecer causas definitivas, la coherencia de los datos in vitro, in vivo y epidemiológicos aboga firmemente por la necesidad de reducir la exposición a compuestos químicos-obesógenos y/o disruptores metabólicos, especialmente en mujeres en edad fértil y durante los primeros años de vida (niños).