Carlos Camacho
Investigador Ramón y Cajal en la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)
Este estudio analiza en qué medida la actividad humana afecta a la morfología de las poblaciones de aves urbanas. Para ello, se apoya en el seguimiento continuado de una población urbana de junco pizarroso, una de las especies de paseriformes más comunes de Norteamérica. La disponibilidad de datos tomados de forma estandarizada antes, durante y después de la pandemia de covid-19 en un campus universitario de Los Ángeles permitió a las autoras aprovechar la ‘antropausa’ asociada a las restricciones como un experimento natural para separar el efecto de la presencia de personas del de la propia ciudad en ausencia de personas. Este diseño, poco frecuente en ecología urbana, se complementó con una comparación con poblaciones no urbanas del entorno.
Los resultados muestran cambios rápidos y reversibles en el tamaño y la forma del pico, un rasgo clave para la alimentación. Las aves nacidas durante la ‘antropausa’ presentaron picos similares a los de poblaciones no urbanas, mientras que, tras reanudarse la actividad normal del campus, los picos recuperaron en pocos años la morfología urbana en prepandemia. Estas observaciones se interpretan como prueba de la capacidad de respuesta de esta población a cambios en el entorno asociados a la presencia humana, posiblemente relacionados con la disponibilidad de restos de comida o con modificaciones en el acceso a distintos recursos alimenticios.
Las conclusiones encajan bien con la evidencia acumulada de que muchas especies responden rápidamente a cambios ambientales relacionados con la urbanización. Este trabajo añade un elemento novedoso, al mostrar que estos rasgos no solo pueden aparecer con rapidez, sino también revertirse en un periodo muy corto de tiempo cuando las condiciones cambian.
No obstante, el estudio deja abiertas algunas incógnitas importantes. No está claro cuál sería la ventaja adaptativa de presentar un pico proporcionalmente más pequeño en el entorno urbano, si es que existe alguna. Con el diseño actual, tampoco es posible discriminar entre los posibles mecanismos subyacentes, como la adaptación genética por selección natural, la plasticidad fenotípica o cambios en la composición de la población. Esta última posibilidad es particularmente sugerente dada la rapidez con la que cambió el pico promedio de la población de juncos urbanos. Un cambio poblacional así podría generarse, por ejemplo, por un episodio de inmigración desde zonas no urbanas (con individuos de picos relativamente mayores) debido al cese temporal de molestias en la ciudad durante la pandemia, o por emigración selectiva de los juncos urbanos con picos más pequeños, potencialmente incapaces de acceder a otros recursos tróficos cuando los restos de comida escasean.
Con todo, el trabajo ilustra de forma clara que los rasgos morfológicos de algunas poblaciones urbanas pueden responder con rapidez a alteraciones en la actividad humana. En conjunto, estos resultados refuerzan la idea de que las ciudades no son entornos evolutivamente estáticos y que nuestras actividades cotidianas pueden influir, incluso a corto plazo, en la biología de las especies con las que compartimos el espacio urbano. La rapidez de la respuesta observada en estos juncos pone de manifiesto tanto la presión que ejercemos sobre la biodiversidad urbana como la responsabilidad, y la oportunidad, que tenemos de crear ciudades más compatibles con otras especies. Para ello, es esencial contar con suficientes apoyos para mantener estudios sistemáticos a largo plazo que nos permitan documentar las respuestas de las poblaciones a cambios ambientales que, en ocasiones, suceden de forma rápida e impredecible.