Este domingo ha finalizado la vigesimonovena Conferencia de la ONU sobre el Clima en Bakú (COP29) con un acuerdo in extremis que no ha dejado satisfechos ni a los países del sur global ni a las organizaciones sociales. La insatisfacción por el acuerdo viene provocada, entre otras razones, por los recursos asignados a la lucha contra el cambio climático por los países ricos a los países en desarrollo (300.000 millones de dólares anuales de financiación para 2035, muy por debajo de lo demandado) y por la ausencia de una apuesta clara por el abandono de los combustibles fósiles.
El tiempo dirá si se cumple el acuerdo y se alcanzan los 1,3 billones dólares de financiación total al año para 2035, y si se distribuyen de manera que realmente sirvan para reducir las emisiones globales y nos acercan al objetivo de una subida de temperaturas por debajo de 1,5 ºC respecto a niveles preindustriales.
Para lo que sí ha servido la COP29 es para evidenciar, una vez más, que la lucha contra el cambio climático es global y necesita la implicación de todos y todas, y para recordarnos nuestros compromisos del Acuerdo de París, como el de la Unión Europea de alcanzar la neutralidad climática en 2050.
En este reto, las universidades y centros de investigación son fundamentales. Necesitamos estudiar el cambio climático y sus consecuencias. Necesitamos desarrollar energías limpias. Necesitamos tecnologías para la captura de los gases de efecto invernadero y para para mitigar y contrarrestar los efectos del cambio climático a todos los niveles: salud, biodiversidad, alimentación, urbanismo, etc. Necesitamos definir nuevos modelos productivos y de relaciones de solidaridad y cooperación entre países.
Los laboratorios y centros de investigación son responsables de un volumen elevado de emisiones y residuos
Al mismo tiempo, no podemos obviar que la investigación es en sí misma una actividad intensiva en recursos y emisiones. Además de las asociadas a viajes para investigaciones de campo, congresos y reuniones, los laboratorios y centros de investigación son responsables de un volumen elevado de emisiones y residuos. Os dejo aquí solo un par datos de este artículo: los laboratorios de investigación biomédica consumen entre 5 y 100 veces más energía que espacios comerciales de tamaño equivalente, mientras que cada investigador biomédico genera al año casi una tonelada de plástico (Urbina, 2015). Además, la investigación es cada vez más intensiva en simulaciones, computación, big data e inteligencia artificial, con los subsecuentes costes medioambientales en términos de energía, agua y extracción de recursos naturales para los componentes electrónicos (Lannelongue, 2023).
Prácticas para la neutralidad climática
Resulta, por tanto, imprescindible que las instituciones donde se realiza la investigación desarrollen también estrategias para incorporar prácticas más sostenibles y contribuir a la neutralidad climática. Todo esto pasa por desarrollar herramientas para medir sus emisiones y residuos, y por definir y adoptar nuevos algoritmos y procesos para minimizarlos. Además, la comunidad científica ha de implicarse en formar a una nueva generación de investigadores e investigadoras que incluyan la sostenibilidad en su agenda. La sostenibilidad se ha de incorporar en la reforma de la evaluación de la investigación, asegurando que se valora la colaboración, la ciencia abierta, la eliminación de experimentos redundantes o de limitado valor científico y la minimización de los costes medioambientales asociados a las labores de la investigación.
Para impulsar este cambio de paradigma, los investigadores necesitan recursos e incentivos y es aquí donde las entidades de financiación de la investigación juegan un papel clave.
Por un lado, las agencias de investigación pueden fomentar la introducción de la sostenibilidad en sus convocatorias mediante requisitos de elegibilidad o solicitando una autoevaluación de los costes medioambientales de los proyectos a financiar.
Las agencias de investigación pueden fomentar la introducción de la sostenibilidad en sus convocatorias mediante requisitos de elegibilidad o solicitando una autoevaluación de los costes medioambientales
Además, los agentes financiadores deberían adaptar sus convocatorias para promover prácticas más sostenibles limitando, por ejemplo, el número de viajes; potenciando el uso compartido de equipos; aceptando como costes elegibles la reparación y adquisición de equipos de segunda mano, el uso de herramientas para calcular la huella de carbono o la obtención de certificaciones de sostenibilidad; financiando la formación de investigadores, y la incorporación de personal especializado en prácticas investigadoras sostenibles.
Para discutir cómo las instituciones financiadoras de la investigación pueden promover la sostenibilidad en la investigación, nos reunimos el pasado mayo en Heidelberg, invitados por la EMBO (la Organización Europea de Biología Molecular). La reunión contó con representantes de agencias financiadoras de Reino Unido, Francia, Polonia, Alemania, Irlanda, Holanda, Austria, la Comisión Europea; de asociaciones que trabajan por la sostenibilidad en la investigación y de algunos centros de investigación que ya tienen desarrolladas estrategias de sostenibilidad en la investigación, como el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL) o el Instituto de Bioingeniería de Catalunya (IBEC).
Fruto de aquella reunión, se ha publicado recientemente el Acuerdo de Heidelberg, donde se insta a las entidades financiadoras a trabajar juntas para implementar estrategias de sostenibilidad e introducir requisitos medioambientales en sus convocatorias, así como apoyar el desarrollo y adopción de herramientas que ayuden al personal investigador a integrar la sostenibilidad. Ya hay entidades que lo están haciendo, pero hace falta que muchas más se sumen y se establezca una nueva manera de hacer investigación, como ya ha sucedido en el pasado con los aspectos éticos o la igualdad de género.
En mi opinión, un modelo a seguir sería la creación a nivel europeo de un sello de excelencia en sostenibilidad similar al exitoso sello de excelencia en recursos humanos HR Excellence in Research Award.
Las instituciones reunidas alrededor el Acuerdo de Heidelberg invitamos a agencias financiadoras y a la comunidad científica en general a unirse y seguir trabajando para conseguir que la investigación se realice de la manera más sostenible posible y contribuyamos entre todos a un mundo mejor para las futuras generaciones.