Esther López-García
Profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, presidenta del Observatorio de la Nutrición y de Estudio de la Obesidad (NAOS) y miembro del Grupo de Nutrición de la Sociedad Española de Epidemiología
Los productos lácteos son fuente fundamental de proteínas de alto valor biológico, calcio y otros minerales, vitaminas A, D B6 y B2, y grasas saturadas. Además, los lácteos no fermentados contienen lactosa, un azúcar que causa problemas digestivos en personas con intolerancia a este nutriente.
La literatura científica que ha examinado la asociación entre el consumo de lácteos y el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular es amplia. Dos metaanálisis recientes de estudios observacionales concluyeron que el consumo de lácteos se asociaba a menor riesgo de hipertensión, diabetes, enfermedad coronaria e ictus. En particular, el consumo de lácteos fermentados tenía un efecto más beneficioso.
El estudio que se acaba de publicar llega a conclusiones contrarias a la evidencia anterior. En dos poblaciones diferentes de personas que viven en Suecia, se midió el consumo de lácteos durante 30 años de seguimiento. Se observó que las mujeres que consumían mayor cantidad de lácteos (300 mL/día o 1,5 vasos/día) tuvieron más riesgo de desarrollar enfermedad coronaria, en comparación con las personas con consumos bajos (menos de 1 vaso/día). Esta asociación no se encontró en hombres, y tampoco para el consumo de lácteos fermentados, fundamentalmente yogur. Además, identifican algunas proteínas en sangre que parecen mediar en los mecanismos biológicos implicados en la asociación encontrada.
Aunque estos resultados podrían atribuirse a la cantidad de grasa saturada que se ingiere con los lácteos, ya que el consumo de tres productos al día puede aportar una cantidad de grasa saturada en la dieta por encima de lo recomendado, los resultados fueron similares cuando se examinó de forma separada el efecto de los lácteos enteros, semidesnatados y desnatados.
Una posible explicación a estos resultados puede ser que el alto consumo de lácteos en este país escandinavo permita observar efectos perjudiciales que no han sido posibles observar en países con consumos menores. Por ello, más que fijarse en estos resultados, conviene adherirse a las actuales recomendaciones dietéticas para la población española, publicadas por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, que sugieren un consumo de hasta tres productos lácteos al día, fermentados si existe intolerancia a la lactosa, como fuente de proteínas y calcio, evitando aquellos con azúcares añadidos y alto contenido en sal.