Inés Moreno
Profesora titular de la Universidad de Málaga
Los hábitos de vida perjudiciales pueden aumentar significativamente las probabilidades de desarrollar alzhéimer. La inactividad física o sedentarismo, las alteraciones del sueño o su mala calidad, la desnutrición, una alimentación poco saludable, la obesidad y el consumo de tabaco y alcohol, entre otros, pueden incrementar la acumulación de proteínas tóxicas, reducir la reserva cognitiva, inducir diabetes y causar deterioro cognitivo, lo que incrementa el riesgo de alzhéimer. Aunque el envejecimiento y el sexo son factores de riesgo para la demencia no modificables, otros factores pueden reducirse o evitarse, representando hasta el 45 % de las probabilidades de desarrollar alzhéimer de inicio tardío o esporádico.
El nuevo estudio publicado en The Lancet revisa los factores de riesgo modificables de la enfermedad de Alzheimer en su forma esporádica, aportando un amplio estudio epidemiológico que respalda estos factores y su intervención. 12 de ellos ya se conocían, como pueden ser las contusiones cerebrales, la hipertensión, la diabetes, la pérdida de audición, la depresión, el aislamiento social e incluso la contaminación aérea. Además, se han incluido dos nuevos factores de riesgo no considerados hasta el momento: la pérdida de visión y los niveles altos de colesterol.
Se recomienda realizar cambios en los hábitos de vida lo antes posible para prevenir o incluso mejorar los síntomas clínicos del alzhéimer, ya que estas acciones también benefician la salud general. Es necesario tener en cuenta que la prevención y las intervenciones no solo deben realizarse por el propio individuo, sino que también [deben] ser apoyadas por políticas gubernamentales a nivel local e internacional, focalizadas en los grupos de alto riesgo.